La parte casi documental supera al resto de la película; al final, las loables intenciones del filme resultan más interesantes que el propio resultado.
¿Quién podía imaginar que Melissa McCarthy ocultaba una notable vena dramática como la que luce? Ése es, sin duda, el principal aliciente de una película que tiene otros cuantos.
Lo peor que le puede pasar a una película cuyo objetivo primordial es emocionar y conmover es no ser capaz de provocar otra cosa que indiferencia. Y eso es lo que le sucede.
Freyne utiliza los clichés característicos de las comedias románticas adolescentes estadounidenses para subvertirlos, reconfigurando completamente el género y aportando una perspectiva novedosa.
Una simpática producción, pequeñita y modesta, rodada con un inteligente minimalismo que concede todo el protagonismo a los citados diálogos y a las tres actrices superlativas.
Todo está abordado desde una perspectiva superficial y tópica, sin ser precisamente sutil. Sin embargo, gracias a esto, Duprat logra que la historia sea más digerible.
Apoyándose en el excelente trabajo de las tres protagonistas, en una excelente fotografía y con una osadía inusitada a la hora de abordar el sexo, la directora defiende con uñas y dientes la tesis de que es posible revertir la situación de su país si las mujeres se plantan.
Altamente recomendable. Las protagonistas, la experimentada Cécile de France y la joven Izïa Higelin, que se encuentran a 15 años de diferencia, brindan un recital interpretativo intenso y fascinante.
El filme, rutinariamente dirigido, se mantiene y se disfruta gracias a la química entre los dos protagonistas y a unos diálogos afilados en los que predomina el humor negro a costa de la vejez y la cercanía de la muerte.
Un producto retrógrado y vejatorio para las mujeres. Una sucesión de situaciones estúpidas e irritantes, filmadas con torpeza por un director que desconoce los resortes de la comedia.
Los dibujos son de una pobreza alarmante y la animación, bastante desanimada. Algo que tampoco sería excesivamente negativo si la historia resultara fascinante, pero tampoco ése es el caso.
Día a día de la fauna que puebla la cordillera Cantábrica, maravillosamente retratado en una película que le da un nuevo significado al término documental de naturaleza.
Es una de las películas más arriesgadas, emocionantes y existencialistas que se han estrenado en mucho tiempo, en la que la belleza y la reflexión cohabitan en perfecta armonía.
Parece más un proyecto diseñado para convertirse en un título de culto, con el objetivo de impactar a programadores y jurados de festivales internacionales, que para satisfacer a los espectadores comunes.
Se logra una composición redonda, rica, compleja y llena de matices gracias a la extraordinaria interpretación de Rosamund Pike, quien está perfectamente caracterizada.
Una directora que se muestra desnortada y hace gala de una notable confusión. Su retrato de Marie Curie, a pesar del esfuerzo de la polaca Karolina Gruszka por dotarla de vida, resulta en un personaje inane y vacío.
Dupontel ha logrado un trabajo sobresaliente con una lujosa y lograda reconstrucción de la época. La película resulta exagerada, brillante y un tanto excéntrica.