Sin ñoñerías ni concesiones al sentimentalismo barato, esta es una película amable, excelentemente interpretada, que invita a la reflexión sin caer en tediosas pretensiones de trascendencia existencial.
La vis cómica de Gael García Bernal y la elegante sensualidad de Verónica Echegui, junto a una potente banda sonora, son los elementos que realzan una película que eleva un género tan menospreciado como la comedia romántica.
Carece de gracia y solo logra provocar algunas risitas nerviosas y un constante sonrojo. El guion es incoherente, y catalogarlo como infantil sería darle un cumplido.
Confirma el talento de León para los diálogos naturalistas y llenos de vida, así como su sorprendente capacidad para encontrar toques humorísticos. Aunque algunas partes brillan, el conjunto no logra mantener el mismo nivel.
No se percibe que Streep sea la mejor opción. Los personajes secundarios están poco desarrollados y las escenas que intentan ser emotivas no logran su objetivo. Sin embargo, los números musicales son, sin duda, lo más destacado de la película.
Una contundente crítica social y económica revestida de comedia coral verbalmente desenfrenada, con evidentes reminiscencias berlanguianas. Diálogos cargados de autenticidad y credibilidad.
Arranca notablemente como una comedia costumbrista y, a partir de la mitad del metraje, da un giro radical y se transforma en un absurdo e incomprensible thriller.
Entre el surrealismo y el humor negro. Aunque la calidad general de los episodios es aceptable, hay dos que destacan por encima de los demás: el primero y el último.
Una mezcla de sátira social, costumbrismo y melodrama existencial construida sobre dos hechos reales. Utilizando un humor negro eficaz, Szumowska logra que la temática sea más accesible.
Las escenas de acción, apoyadas en unos impactantes efectos visuales, se alternan con las de pura y dura comedia de colegas en un filme provocador, políticamente incorrecto y un punto depravado.
El gran hallazgo es, paradójicamente, su mayor problema. El personaje principal tiene tanta fuerza como para sostener por sí mismo la comedia negra pero, al mismo tiempo, acaba por eclipsar todo lo que le rodea.
Un guion irregular y caótico, repleto de incongruencias y chistes de mal gusto. Los personajes son superficiales y estereotipados, lo que no ayuda a que la historia funcione. Además, el reparto carece de equilibrio, lo que se traduce en una experiencia decepcionante.
Los personajes carecen de vida y de identidad, no son más que meras caricaturas. La puesta en escena es tediosa y de calidad cuestionable, mientras que el montaje resulta apresurado e incoherente.
Para ser una comedia, debería incluir sentido del humor, algo que en este filme brilla por su ausencia. (...) absurdos son el planteamiento y el desarrollo (...) Puntuación: ★ (sobre 5).
La puesta en escena de Morales se destaca por la innovación en el uso de los limitados recursos disponibles, siendo los diálogos frescos su principal fortaleza. Por otro lado, Jordá consigue una interpretación notable de la neurótica y verbosa Marisa.
Anna Muylaert explora nuevamente la complejidad de la relación entre madres e hijos. Las actuaciones en conjunto son destacables, aunque la inclusión de una subtrama de romances adolescentes resulta innecesaria y poco bien manejada.
La primera hora del filme es una auténtica obra maestra, con sesenta minutos que destacan por su intensidad, perturbación y memorabilidad. Además, Jacob Tremblay brilla como uno de los actores infantiles más talentosos que se han visto en la pantalla.
Una película fantástica, en todos los sentidos, y dos horas trepidantes que se consumen en un suspiro. Visualmente, el filme es apabullante, con un desbordante y muy gamberro sentido del humor.