No es buena, pero tampoco es completamente mala. Aunque no ofende, resulta totalmente inane e intrascendente. Su interés es más bien escaso, pero no logra aburrir.
La cima de su filmografía de Keaton, una delirante comedia. Sin un instante de pausa, el filme provoca carcajadas incontrolables y se presenta como una lección magistral de planificación y montaje.
Una estridente y ciertamente desagradable banda sonora lo único que consigue es que el vino pase a ocupar un segundo o tercer plano. Al menos, está bien interpretada. Vino y cine: otra oportunidad desperdiciada.
La parte gastronómica está bien documentada y bien rodada, es creíble y transmite pasión, tiene vida, mientras que la parte erótico-sentimental no acaba de funcionar del todo.
Una fiesta para los sentidos. El ritmo es prodigioso, y todo está impregnado de un humor tan efectivo que, en lugar de un documental, podría considerarse una intrigante comedia.
Mungiu presenta, con una cadencia casi perfecta que parece regida por un metrónomo, escenas intensas y desgarradoras que configuran un fresco que, aunque aparenta ser muy local, posee una universalidad absoluta.
El director logra destacar en las escenas colectivas, aunque se desvía al presentar un exceso de maniqueísmo en los personajes. A pesar de esto, es una película valiente que debería fomentar un debate y una reflexión que son necesarias desde hace años.
Gozosa gamberrada. Mezcla de terror, comedia romántica, 'slapstick', y 'road movie', la ópera prima de Fleischer se presenta como un maravilloso divertimento. Los actores transmiten la sensación de estar disfrutando al máximo, demostrando un indudable respeto, aunque con un tono irreverente hacia los clásicos del género.
Thriller trufado de innumerables situaciones de comedia y con un fuerte componente de crítica social. Todo fluye con naturalidad y credibilidad. Es una película amable, divertida y muy viva.
Espléndidos Peter Simonischek y Jirí Menzel. El mejor cumplido que se le puede hacer a la película es que no desentonaría en la memorable filmografía de Menzel como director.
Con ciertas dosis de humor negro y un inequívoco trasfondo feminista, Marshall pone en pie un relato que saca a la luz, sin templar gaitas, las miserias y los tejemanejes de los poderosos.
Guion de brocha gorda, en el que todo es exagerado y todo está llevado al límite. Sin dejar ni un resquicio a la sutileza o a la ambigüedad, las escenas llenas de intensidad se van sucediendo sin descanso.
Sin ñoñerías ni concesiones al sentimentalismo barato, esta es una película amable, excelentemente interpretada, que invita a la reflexión sin caer en tediosas pretensiones de trascendencia existencial.