La niña actriz Alisha Weir parece ser la más divertida con esta película y afortunadamente nos contagia ese entusiasmo. Esta película pinta para ser de lo más gozoso que veremos del género este año.
Chris McKay dirige esta cinta con el desparpajo de sus trabajos de animación anteriores, pero sin un guión sólido que justifique el humor, la ligereza o, incluso, la violencia.
La película explota en todo su potencial, convirtiéndose en una celebración no solo al cine, sino al compromiso de hacerlo, de conseguir la mejor toma, de resolver lo mejor posible el siempre complicado proceso de hacer una película.
Se trata de una comedia negra delirante, repleta de sangre y violencia, que construye meticulosamente los momentos más divertidos, casi siempre contrastando las intenciones de sus personajes.
Con instantes de humor, resulta en una pieza interesante sobre mujeres que se perdonan, que se reencuentran, que no se dejan vencer ni por la enfermedad ni por la tristeza.
Se trata de una película de buena manufactura y buen ritmo. Una B movie con presupuesto que hace un uso inteligente de sus propios clichés, buscando siempre emocionar sin atentar contra la inteligencia del respetable.
Con uno que otro momento bien logrado, lo más destacable es la participación de Luis Felipe Tovar, quien con apenas un cameo (como un inteligente ladrón), se roba la película. Su personaje bien vale un spin off. Yo lo vería.
Mientras Tom Hardy se divierte, nosotros como público debemos soportar 97 minutos de este desconcertante contenido y escenas de acción confusas, en una de las películas de superhéroes más decepcionantes que he visto.
Cumple con su objetivo de provocar enojo en sus espectadores, aunque le falta colmillo y determinación para hacer una crítica contundente sobre la actual sociedad estadounidense.
Es un elegante, divertido y soberbio muestrario de su filmografía y de su visión del mundo: un lugar hostil, impredecible, lleno de absurdos y mala leche.