Los Javis han desperdiciado ingenuamente el potencial transgresor, crítico y revolucionario de un personaje excelente y único. Lo han mitificado con una beatitud que lo relega a un segundo plano.
Un documental divertido y bastante entretenido. Una delicia tanto para aquellos que ya estaban familiarizados con este artista incomparable, impetuoso y eternamente insatisfecho, como para los que nunca han oído de él.
Félix Viscarret y Nely Reguera multiplican, con su demostrado talento, el nivel artístico de una serie que aconseja no mezclar demasiado sentimientos familiares con ambiciones empresariales.
Va a la esencia, a lo psicológico, doméstico y cotidiano, para desde ahí enviar un mensaje universal que analiza por qué algunas barbaridades y despropósitos que nacieron hace siglos aún pueden perdurar en nuestros días.
'H' llevará a cada espectador a un espacio mental distinto y, en ocasiones, extremo. Desde la sensación de ser arrastrado por un torrente de emociones intensas hasta sumergirse en una dimensión casi fantasmagórica.
Sirve de ejemplo de superación ante la adversidad y de adaptación a una nueva realidad, en la que no todos los establecimientos del ramo han tenido la misma suerte, desgraciadamente.
Así de sencilla, y de eficaz, es la receta –nada secreta– de una serie sobre los nuevos formatos de las relaciones sentimentales, en la que cada capítulo tiene su propio tono y estilo.
Un puro deleite tanto para fanáticos del fantástico como para los rastreadores de la fina ironía, la risa cómplice y el costumbrismo bruto, estilo Álex de la Iglesia.
Cuesta definir a este largometraje con un género único. Va saltando de uno a otro hasta mutar en una cinta indeterminada, inesperada y ligeramente desconcertante.
Gay ha usado algunas réplicas de diálogo descacharrantes, ha enfrentado a caracteres diametralmente opuestos y, una vez más, ha metido el dedo en la llaga de las mezquindades y neurosis.
Esta película revanchista, de trama enrevesada y tono bufo cuyo ritmo va decayendo a lo largo de su metraje, podía haber llegado mucho más lejos a la hora de ajusticiar a aquéllos que trafican con las ilusiones ajenas.
Aina Clotet y Mar Coll demuestran con una divertida serie que educar a los hijos sin seguir el ejemplo de nuestros padres resulta más complicado que entender cómo ensamblar un mueble de Ikea.
La trama centrada en los personajes chinos resulta un tanto confusa, y a pesar de que el actor principal, Bernat Quintana, carece de carisma, logra mantener al espectador en suspense.
Gutiérrez no persigue el asombro, sino que se pega íntimamente a la piel de sus amados soldados, de una forma naturalista y poco enfática, dejando que fluyan sus diálogos y acciones de una manera auténtica, cercana y realista.