El guión intercala clichés del cine policial con una rigidez propia de libretos formulados de manera estándar. Ridley Scott, gracias a su talento, establece un ritmo que se siente completamente ajeno al guión.
La actuación del elenco refleja un distanciamiento notable en la forma en que la película presenta a sus personajes, lo que crea una conexión efectiva entre la intención del guión y las interpretaciones realizadas.
Es ofensivo buscar el talento de Welles en estas obras que son sombras de lo que podrían ser. Es preferible dejar en el olvido lo que ya no tiene vida. Es un respeto hacia los fallecidos no intervenir en su legado.
Kruithof se aventura en una narrativa poco convencional, pero a mitad de la película se transforma en un notable thriller, culminando con un sorprendente giro en la escena final.
La presentación tiene un aire de ser una versión artificial y rígida de un clásico de la literatura griega. Su estilo visual, aunque destacado, no logra salvar la indiferencia que provoca.
La directora y guionista Mia Hansen-Love enfrenta el reto de un material complejo y melodramático, logrando transformarlo en un drama cinematográfico que resulta sobrio y efectivo.