Es una película altamente disfrutable y llena de sorpresas, que viene a ser lo que Kiss debió haber hecho en 1978: Una película satánica, exagerada y en extremo graciosa.
Lo que no es tan bueno es la notable ausencia de momentos realmente graciosos. Se percibe más como un simple pretexto para llevar a cabo una secuela, en lugar de ofrecer una premisa interesante y original.
Es un trabajo que su director no se tomó en serio y que simplemente hizo para divertirse con sus amigos, pero que es fiel a las ideas y obsesiones que hacen parte de toda su filmografía.
Una cinta noble y emotiva. Las estupendas actuaciones de todo el elenco contribuyen a que los personajes se sientan como verdaderos seres humanos, permitiéndonos empatizar con sus dramas individuales.
Se perdonaría la falta de originalidad de 'El triángulo de la tristeza' si el resultado no fuera un plato pesado e indigesto, más pretencioso que honesto, al que le falta sentido del humor, así como la sutileza y el espíritu cruel y corrosivo.
El resultado puede que no llegue a la honestidad y la gracia alcanzadas en las obras de Baumbach, pero no cabe duda que es una cinta muy bien actuada y escrita.
Logra mover algunas fibras emocionales, especialmente a aquellos que se identificarán con alguno de los personajes, pero no basta para recuperar la fuerza que la película de Honoré pierde gradualmente.
La película de Reitman y Cody aborda la profunda angustia que enfrenta una mujer al convertirse en madre. Allí radica su belleza, elocuencia e inteligencia.
Lo que hace que la película dirigida por el actor Gilles Lelouche esté por encima del promedio, es el enfoque humano puesto en sus protagonistas, el inmenso corazón en la historia y una triunfante escena final.
A pesar de su falta de originalidad y de un tercer acto que recuerda a Karate Kid, la película de Bernard tiene un noble espíritu. Sus enseñanzas sobre la perseverancia, el esfuerzo y la fidelidad a los sueños son innegables.
Puede que 'Saltburn' no sea una obra original, pero es la forma en que nos narra la historia de Oliver Quick lo que hace que su propuesta resulte irresistiblemente tentadora.
La película número 50 de Woody Allen quizás no sea la más destacada de su carrera, pero se sitúa muy por encima de los productos vacíos que llenan las salas de cine.