En su segunda temporada, al igual que la primera, esta serie sobresale al abordar con genuino interés las tragedias que enfrenta, lo que la distingue de otros dramas comunes.
Los personajes son únicos y a la vez fáciles de reconocer; cada uno logra conectar emocionalmente contigo. La narración es astuta, proporcionando suficientes detalles en las escenas que aportan profundidad a este universo.
Lo más memorable de la serie es el retrato claro e implacable de su villana, una mujer que convierte su dolor genuino por la muerte de su hijo en una caza de brujas literal, con resultados espeluznantes y horripilantes.
Es indolora, lo suficientemente ágil como para no aburrir y lo suficientemente hábil como para no resultar frustrante. Pero rara vez es lo suficientemente audaz o emocionante como para dejar una impresión duradera.
Es paciente en su narración, confía en la compasión de su guion y en la crudeza de sus interpretaciones para captar nuestra atención mientras sus tres protagonistas dan vueltas alrededor de sus sentimientos difíciles de manejar.