Megalomaníaca oda a la perfección hecha dibujo animado, merece un lugar en un hipotético museo de la animación pura, desvinculada de cualquier intento de trama, discurso conceptual o complicidad con los personajes. No se trata de ausencia de fondo; el contenido es la forma.
El film navega entre la gravedad nórdica y el melodrama característico de Hollywood, en ocasiones dejándose llevar por la brisa dulce del caramelodrama postal.
Un drama histórico que presenta una psicología cruda, evitando cualquier atisbo de sentimentalismo superficial. Su narrativa es sólida y ofrece una profundidad que va más allá de lo meramente dramático, tocando también aspectos sociológicos.
Lástima que, lejos de hacer honor a su apellido, Danny Strong demuestre una notoria debilidad de inspiración a la hora de plantearse nuevas soluciones formales a momentos mil veces narrados.
Más osada de lo que parece, menos academicista de lo que podría haber sido y casi igual de cruel que el texto original, resulta ser mucho más inesperada y perturbadora de lo que el tráiler sugiere.
Una tragicomedia inusual cuyo atractivo se transforma en mueca, donde lo peculiar se alinea con lo patológico. Lo mejor: su habilidad para mezclar géneros. Lo peor: su propuesta puede resultar demasiado desconcertante para el público en general.
Un relato humanista y cinéfilo que se presenta como una carta de amor al cine. Escasean las obras que combinan un humanismo tan terrenal con un discurso genuinamente universal. El último trabajo de Lone Scherfig destaca por esta profundidad reflexiva.
La más satisfactorio y congruente en fondo y forma de toda su filmografía de Masset-Depasse, es una película que se enorgullece de su condición como ejercicio de estilo.
Altísimo valor didáctico y gran solvencia fílmica, conviven en esta obra rebosante de encanto, maleabilidad tonal, poder de inspiración y ligereza en el buen sentido.
Comedia liviana. La película presenta frases ingeniosas y un aire coqueto, recordando las obras de Agnès Jaoui, aunque carece de su fortaleza y profundidad reflexiva.
No caer rendido ante una película con Olivia Colman hace que parezcas un aguafiestas, lo reconozco, pero disculpa si no logré apreciar del todo esta representación con un sermón social en el fondo.
Una obra maestra del cine, que representa un verdadero arte cinematográfico, gracias a la complejidad de su singular fórmula. Su capacidad para analizar y reflejar toda una sociedad es simplemente admirable.
Cumpliendo sobresalientemente con lo que uno esperaría de un drama judicial efectivo y bien planteado, esta obra se presenta como impecable y fiel al canon del género. Ofrece momentos de gran trascendencia que destacan su elocuencia.
Resulta asombroso contemplar el talento de este director. Por supuesto que hay mucho de Sidney Lumet en este flm, y algo de David Mamet, claro, pero también del Coppola más shakespeariano.
El encanto que emana de la actuación conjunta de Hugh Dancy y Rose Byrne es suficiente para que no nos fijemos demasiado en que los giros dramáticos y los chistes son bastante predecibles.
Constituye una sorpresa particularmente agradable, al conjugar lo grandioso del entretenimiento directo a multisalas con cierto afán por trascender clichés al gusto del consumidor más perezoso mentalmente.
Para apoltronados en el thriller de siempre. Lo mejor: su gran empaque audiovisual. Lo peor: su rutinario desarrollo dramático... y que no salga el cocodrilo.
Recio e impoluto largometraje, un Todd Haynes que, al aceptar diluir su estilo en una austeridad formal, potencia el impacto de una película que provoca indignación.
Incuestionablemente concebido y ejecutado, cuya poliédrica trama funciona a varios niveles. Quizá su mayor virtud sea la de hacernos creer que, a pesar de los artificios, transcurre en esta misma mísera realidad que tan bien conocemos.