Sokurov es posiblemente el cineasta más ambicioso del panorama cinematográfico actual. Sus obras poseen la singular habilidad de llevar los elementos narrativos a dimensiones inesperadas, transformándose en expresiones monumentales de la lucha humana. Un cine excepcional.
[Spielberg] no es un cineasta sintético y esa inclinación se convierte en uno de los peores lastres de Puente de espías, porque revela una cierta falta de convicción del cineasta acerca de cuál es el verdadero centro de su película.
El problema con este meta-cine de corte biográfico radica en un aspecto externo a la obra misma: la comparación resulta demasiado accesible y, con frecuencia, el material referencial se posiciona en un nivel superior.
Este es el cuarto largo de Chazelle. Esta insólita deriva hacia la desolación de la muerte en un cineasta esencialmente musical muestra que su capacidad de sorprender todavía está en alza.
Es una historia reconfortante e inspiradora, con buenas intenciones y políticamente correcta. Sin embargo, resulta difícil de apreciar si no se está dispuesto a aceptar la infantilización de todos los elementos cinematográficos.
Un ingenioso montaje de asociaciones y un relato muy bien estructurado. Se puede apreciar de dos maneras: como un excelente recurso para especialistas o como un estímulo poderoso para acercarse a este cine fascinante y singular.
Adolece de un guión demasiado armado, con claves y elementos que parecen incrustados a la fuerza, pero está por encima de los defectos parecidos de las cintas anteriores. Puenzo avanza. De a poco.
La película presenta numerosos contrastes que, más que contradicciones, representan excrecencias morales sin solución. Aunque Kóblic encuentra una forma ingeniosa de abordar su conflicto con la Argentina "profunda", el enfoque resulta ser un circuito tan delictuoso que no se puede pasar por alto.
Ben Affleck dirige con una lógica de causa y efecto, utilizando un montaje inductivo que puede manipular y oscurecer incluso las ideas más brillantes. Así, la gran pregunta es: ¿realmente merecía el Oscar principal? En realidad, eso no importa.
Habría mucho que decir de esta película barroca, desproporcionada, llena de excesos, visualmente magnífica, invadida por un humor que hace pensar en un estadio de madurez superior a la adolescencia de sus materiales.
'Julieta' no es la película más extraordinaria de una carrera que acumula 20 largometrajes llenos de altibajos. No obstante, su contención y austeridad sugieren que el cineasta está alcanzando un notable grado de madurez. Almodóvar regresa, aunque su presencia nunca se ha desvanecido.
Carece de la delicadeza, lo que lo convierte en algo torpe y maniqueo, haciendo que uno de los aspectos más intrigantes de 'El infiltrado' se desplome antes de recuperarse. Es una lástima, ya que la película, en todos los demás aspectos, es bastante eficiente.
La película presenta un guión sobresaliente y un elenco inolvidable. Sin embargo, al final, el lenguaje visual no brilla tanto como debería. Aunque no es una mala obra, su uso de la metáfora es limitado y, en ocasiones, revela los estigmas de la publicidad.
Una película dotada de un agudo sentido del humor negro y un muy buen oído para el insulto automático, que ha encontrado en la realidad a unos personajes sin doble vuelta. Más que una biografía, es una comedia totalmente oscura.
Esta película no se podría concebir fuera de Uruguay. El cineasta Álvaro Brechner le otorga ese idiosincrático tono de ironía combinada con calidez, de humor acompañado de cierta crueldad y de distancia mezclada con empatía.
Esta es una cinta sobreescrita, con un guion pesado, unas ideas cargantes y varios personajes cuya ausencia no cambiaría nada. Cuenta, eso sí, con el beneficio anticipado que siempre tiene el film noir: es climática.
Nada está más lejos de esta película que la intención de la claridad. Todo está filmado para que no se alcance a ver con nitidez, para que no se entienda mucho y, sobre todo, para que se ignore la maniobra siguiente.