Esta película no se podría concebir fuera de Uruguay. El cineasta Álvaro Brechner le otorga ese idiosincrático tono de ironía combinada con calidez, de humor acompañado de cierta crueldad y de distancia mezclada con empatía.
Esta es una cinta sobreescrita, con un guion pesado, unas ideas cargantes y varios personajes cuya ausencia no cambiaría nada. Cuenta, eso sí, con el beneficio anticipado que siempre tiene el film noir: es climática.
Nada está más lejos de esta película que la intención de la claridad. Todo está filmado para que no se alcance a ver con nitidez, para que no se entienda mucho y, sobre todo, para que se ignore la maniobra siguiente.
Los amantes pasajeros no logra el engranaje perfecto que caracterizan las películas de Almodóvar. Como comedia, en ciertos momentos tropieza, adquiriendo un tono estridente y recurriendo al kitsch que solía ser el sello distintivo de sus trabajos más tempranos.
Sintética y concisa, esta película marca el debut en la dirección del músico y cantante Álex Anwandter. Esto podría explicar que, a pesar de un montaje visual desprolijo, el montaje sonoro resulte bastante sugerente. Hay ocasiones en que las películas se salvan gracias a unos minutos de inspiración.
Los 33 presenta un mecanismo de simplicidad extrema, estableciendo una dicotomía entre "adentro" y "afuera". Es un drama en el sentido más clásico, centrado no en la ruptura, sino en la restauración del orden.
Ross prefiere adoptar la figura de un santón sin matices, protestante y republicano, obsesionado con su proyecto nacional, lo que le permite a Matthew McConaughey ofrecer una de las sobreactuaciones más notorias de los últimos tiempos.
Algún grado de academicismo parece inevitable, lo cual es un costo que se asume al revisar la literatura a través del cine. Sin embargo, esto contrasta con la aproximación ilustrada y respetuosa hacia una poetisa cuya angustia llega a los más profundos rincones del ser humano.
El eje del relato es la confrontación del músico consigo mismo, entre el hombre que quiere ser común y el genio que lo desborda una y otra vez. Es una idea sencilla, lo que no impide que la película trate de ser ambiciosa, como corresponde a una rareza.
Larraín dirige con gran maestría. Sus películas son capaces de transmitir una mezcla de sentimientos que van desde lo épico hasta lo melodramático, destacándose como uno de los pocos que logra capturar la esencia del paisaje chileno de manera poderosa. Además, su comprensión de cómo la metáfora visual puede profundizar los significados es notable.
Weide recoge, correctamente, la relación de Allen con las mujeres, que está en el centro de algunos de los momentos memorables de su cine. Registra de una manera aguda sus singulares métodos de trabajo.
El mecanismo de 'Dios mío, ¿qué hemos hecho?' se basa en la acumulación de lugares comunes y estereotipos étnicos, equilibrándolos con otros similares en un enfoque amable, que evita la culpa y la profundidad. Esta estrategia sirve para disimular su moral subyacente.
Cuando un desenlace resulta tan confuso como el de esta película, es señal de que alguien ha fallado en su labor: puede ser los guionistas, los productores, el director o el diseñador de producción; uno o más de ellos.
La elegancia y la seguridad con que filma Mackenzie permiten que la tristeza presente en la historia se refleje con una ternura otoñal, melancólica y fatalista. Este tipo de paradojas son la esencia de las grandes películas.
Es una película compleja que puede parecer menos de lo que realmente es. Es posible que necesite ser vista más de una vez para poder valorar su verdadero impacto.
Si Linklater sigue con su enfoque de documentar a la pareja cada diez años, como ha hecho hasta ahora, logrará crear un mapa del amor a lo largo de la vida, un proyecto que podría ser el más ambicioso en la historia del cine.
Con 'Graduación', Mungiu ha conseguido una película enervante y angustiosa, sobre todo porque instala esas emociones en el espectador antes que en los personajes.