Apuesta por la integración LGTBI en el ámbito 'mainstream' y aborda con humor y sensibilidad los conflictos de una generación que lucha por apartar los tabúes sociales y fomentar la tolerancia.
Una miniatura rodada con un gusto exquisito en la que el elemento surrealista con toques de una comicidad contenida se da la mano con la intimidad costumbrista para componer una imaginativa alegoría sobre el dolor.
No es ni pedante ni redundante, sino una conmovedora fábula menos ingenua de lo que podría parecer, presentada como una 'road movie' que emplea los esquemas de la comedia romántica francesa con un toque de brit-pop.
El director capta con delicadeza de qué manera la línea que separa el amor y el dolor termina siendo muy fina. Sin embargo, la película cae en la trampa de la autocomplacencia y el regodeo.
Es una minuciosa indagación, repleta de delicadeza y detallismo emocional, en el universo infantil y en la manera en la que se conforma la personalidad a través del desencanto.
Deleuze logra captar el desconcierto y la ira de una niña de trece años. A través de sus dinámicas cotidianas, nos revela de manera natural y sorprendente los claroscuros de esa etapa de la vida.
Una fábula en torno a la cerrazón moral y cultural. La directora compone sus imágenes, impregnadas de una exquisita poesía evanescente. Es una obra de aliento trágico y exuberante belleza.
El director presenta una narrativa clara, capaz de capturar tanto las luces como las sombras de su elenco, creando un retrato colectivo inolvidable de personajes solitarios enfrentados a un mundo despiadado.
Invitación a reflexionar sobre las barreras que separan a Occidente de África con un potente mensaje. Puede que en algunos momentos caiga en la tentación del subrayado, pero la fuerza de su mensaje prevalece.
Planteamiento social contado de manera diferente sin afán aleccionador que cuenta con dos estupendas interpretaciones que componen un complejo y emocionante tándem paterno-filial.
Lástima que se apueste por una 'road-movie' articulada a través de un buen número de clichés, lo que impide que adquieran el peso que merecen un puñado de personajes bien construidos y mejor interpretados.
El director organiza con gran destreza los elementos de la historia, lo que hace que sea difícil resistirse a su impecable funcionamiento. Su gran descubrimiento es la habilidad para encontrar un equilibrio en la narrativa, logrando transmitir su mensaje sin caer en la moralización.
En el seno de esta fábula cruda y bienintencionada se manifiesta un espíritu incorruptible, representado por un cineasta símbolo de la resistencia autoral. Es una película emocionante y humilde.
El director se muestra más inspirado que nunca a la hora de conjugar narración e imagen. Vortex está repleta de ideas brillantes, es una película viva a pesar de hablar de la muerte.
Pequeña película sensitiva, al mismo tiempo dolorosa y etérea, que retrata la juventud de las clases menos favorecidas sin caer en el melodrama ni la exageración. Es una hermosa historia de amistad que conmueve profundamente.
Tan extravagante como simpática, esta fábula urbana derrocha vitalidad y logra que su espíritu conciliador nunca se vuelva empalagoso, sino que se siente impregnado de una frescura muy saludable.
Los clichés son difíciles de superar, aunque al menos están respaldados por un excelente elenco de intérpretes. Se valora también la intención de Ripoll al crear una atmósfera visual distinta.