Un retrato impresionante. Lleva los hechos y la ficción hasta un punto en el que uno duda sobre qué está escrito y qué es, a falta de una palabra mejor, real.
Una obra benigna, sin dientes, agradablemente llamativa que se niega a tratar temas más espinosos. La película se llama 'Victoria & Abdul' pero sólo está a la altura de una mitad de su título.
'Spoor' se mantiene ingeniosa durante todo el metraje, incluso rompiendo los momentos más tensos con las apreciaciones ácidas de la protagonista sobre los cazadores locales y su 'autismo relacionado con su testosterona'. La actriz protagonista Mandat hace una interpretación totalmente comprometida.
Llega un momento - digamos entre los minutos 45 y 145 - donde uno simplemente quiere sentarse frente a estos personajes y explicarles que tiene que suceder algo más.
Es como un paseo más allá del tiempo, recreando el aspecto y la sensación diáfana del cine de los 70 y la robusta elegancia del John Ford de mitad de siglo.
Con 'Neruda,' Pablo Larraín busca crear una antibiografía, pero no logra concretarlo. Sin embargo, no hay que perder la esperanza. En lugar de arruinar el género, ha conseguido realizar una película impactante.
El nivel de control formal del cineasta es ejemplar y preciso, y su actriz principal está dispuesta a todo. Sólo que no se puede evitar la sensación de que todo ello va en contra del mensaje aparente de la película.
Es de alguna manera más y menos que una simple película de terror, y no del todo un romance ramplón. El resultado final es inestable, demasiado inestable para sostenerse, pero el intento, literalmente, requiere agallas.
No trata de encontrar a la mujer real tras la leyenda, como su título podría sugerir, sino de reimaginarla dentro de un léxico pop diferente. Se presenta como un psicodrama que navega en las aguas de 'Repulsion'.
¿Es una película o un viaje de LSD? Como en 'Suspiria', la violenta paleta de colores se alinea con los cambios de estado de ánimo. Esta historia de histeria estilizada es un auténtico grito.
La película logra situarnos en la perspectiva de Moore. El boxeo ocupa un lugar casi secundario en la narrativa, lo que podría no ser del agrado de todos. No todos están dispuestos a pasar dos horas en la misma habitación.
Una obra furiosa, rebelde y algo obvia. Aunque se apoya en un poco de simbolismo muy efectivo, por lo demás no sorprende más que por la magnitud de su propio extremismo