Michalik tiene el talento para desarrollar una película que atraiga a un amplio público, combinando elementos simples, arte y una fuerte dosis de pasión.
La película, aunque visualmente creativa, llega a ser fatigante. La atención se centra más en la estética que en el desarrollo emocional, lo que hace que sus 130 minutos se sientan excesivos.
Un neo-giallo alemán que explora temas de deseo, sueños y duplicidad. Es una propuesta intrigante que atraerá a los aficionados al horror psicológico y a las raras obras con temática gay.
Lifshitz ha demostrado ser un documentalista excepcional, logrando que sus obras sean más ligeras sin perder profundidad y emoción. Su trabajo es encantador y a la vez conmovedor.
Una reflexión profunda sobre las relaciones humanas, que destaca por su ambición temática y su íntima y compasiva narrativa. El guion es un gran logro y tiene el potencial de atraer al público en taquilla.
Brinda una perspectiva cautivadora sobre el ascenso de un fenómeno que en su momento fue tanto humilde como revolucionario, incluso para aquellos que no están familiarizados con el tema.
Rodada hermosamente e interpretada con elegancia. Es una obra fascinante donde las observaciones, aunque no sean innovadoras, se presentan de manera fluida y convincente.
Las actuaciones del reparto son sutiles pero efectivas. Aunque la trama se desarrolla en la actualidad, la película logra transmitir un agradable toque nostálgico.
Gentian Koci exhibe un notable rigor formal, aunque a veces puede llegar a ser monótono. La actuación de Ornela Kapetani es intensa y profundiza en un universo cargado de angustia y resentimiento.
Moreau no sólo dirige en solitario esta vez, sino que además cambia de engranajes de una manera impresionante, con un brillante envoltorio y un entretenimiento esponjoso y a menudo divertido.