Sorprende que sea Jay Roach, un rutinario realizador quien se interese en ventilar este asunto. Su estilo narrativo, un tanto desigual y aproximativo, cuenta aquí con el refuerzo singular del guión de un eficaz Charles Randolph.
La realizadora se distancia notablemente de las convenciones del género policiaco. Su enfoque es una exploración clara de la complejidad de los dilemas morales que enfrentan sus personajes.
Tiene el aspecto de un buen telefilme, decoroso y con excelentes intenciones de señalamientos históricos y sociales. Para volver su trama más atractiva para el gran público, la película añade, casi con calzador, una historia sentimental muy escueta e insubstancial.
Más allá de una factura engañosamente convencional, el director ha elaborado un relato perturbador y ha encontrado en Isabelle Huppert a la protagonista perfecta e irremplazable, quien domina de principio a fin toda la cinta.
Un thriller ágil y novedoso, un señalamiento social insoslayable. Candidata a varios Óscares, será interesante valorar entonces su posible impacto mediático.
La experiencia será, en un primer tiempo, desconcertante para el espectador, pero, a medida que la trama se precisa y gana en intensidad, lo que parecía una apuesta narrativa difícil de ganar se transforma en una experiencia formidable.
Una colaboración notable en la recreación de atmósferas líricas y opresivas es la del cinefotógrafo David Gallegos, y un acierto más, la música siempre sugerente y efectiva del mexicano Leonardo Heiblum.
Esta conjunción de variados recursos estilísticos y un buen manejo de actuaciones confieren brillo y espesor a una película que en otras manos podía haberse reducido a una morosa crónica costumbrista.
Se trata de un thriller inteligente, con ritmo muy ágil, estupenda factura artística (en fotografía y diseño de sonido), y un tema polémico abierto a más de un debate.
Esa ambigüedad moral que maneja la cinta desarticula por completo las nociones más socorridas sobre la relación de una persona enferma con un medio social potencialmente hostil.
Suzanne Lindon posee no solo el carisma necesario para cautivar festivales y audiencias, sino también un notable talento para observar los conflictos morales y los inicios de las relaciones sentimentales en una etapa de transición hacia la madurez.
Al documental lo enriquecen una sucesión de viejos videos caseros y nuevas filmaciones en HD y iPhone que ilustran el tránsito de aquella adolescencia atribulada a una primera madurez que descubre ahora el inesperado activismo del orgullo.
A pesar de que Saviano es uno de los guionistas de la película, su enfoque narrativo se siente muy vinculado a fórmulas convencionales. No obstante, esto permite una gestión precisa del ritmo en los conflictos entre las bandas.