A más de medio siglo de haber sido filmada, la película conserva la novedad y frescura que muy pronto la distinguieron entre las producciones de la nueva ola del cine checoslovaco.
El cine serbio continúa resaltando las consecuencias y secuelas de una guerra fratricida. El impactante desenlace de 'Cicatrices' se presenta de manera abierta, como un interrogante, pero también evoca una herida que nunca sanará.
Los momentos de intensidad dramática que con destreza dosifica la trama recompensan generosamente la espera de un clímax emocional o de un desfogue de tantos sentimientos contenidos.
Ulrich Seidl, el aclamado documentalista austriaco conocido por exponer los prejuicios y costumbres de su nación, ofrece en 'Safari' una crítica mordaz a un pasatiempo de ciertos turistas europeos en África, que evoca potentes referencias coloniales.
La cinta de Harry Macqueen evita el desbordamiento melodramático gracias a la imponente sobriedad con que los dos interpretes expresan sus afectos, sus miedos y sus aprensiones.
Julianne Moore naufraga en un cálido territorio que le resulta incomprensible. Sin embargo, lo hace con una dignidad impresionante. Por su actuación, vale la pena ver esta película; ella es quien realmente merece el mayor reconocimiento.
La dispersión narrativa de la película, que se asemeja a un catálogo de gags humorísticos, hace que, cuando finalmente se aborda el asunto serio insinuado durante más de una hora, no logre encontrar ni sostener el tono adecuado.
Se convierte en un estudio relevante sobre el comportamiento de los niños y su fragilidad emocional. Refleja de manera conmovedora la lealtad de un niño hacia su amigo.
El problema no es la historia original narrada, de suyo fascinante, sino la manera convencional y plana en que el guionista Christian Torpe la adapta para la pantalla.
Se presenta ante todo como un aleccionador cuento moral basado en el registro puntual, entre ficción y documental. El propósito es loable, pero su traslado al relato de ficción es menos afortunado.
La larga duración de una cinta no siempre está reñida con el entretenimiento, del mismo modo que la devoción llega a veces a admitir una pequeña dosis de irreverencia.
La conjunción de vitalidad artística y clarividencia política que [Ken Loach] muestra en 'Yo, Daniel Blake' es, muy por encima de mínimos y fútiles reparos críticos, simplemente formidable.
Un drama que va creciendo en intensidad hasta abandonar el aspecto estrictamente social para volcarse de lleno, en un último segmento conmovedor, en una parábola de la solidaridad moral y el entendimiento humanista.
Aunque la anécdota es muy breve, lo que las realizadoras muestran, con precisión y sobriedad narrativa, es algo tan inconmesurable e intangible. Una inesperada sorpresa.