Aunque la anécdota es muy breve, lo que las realizadoras muestran, con precisión y sobriedad narrativa, es algo tan inconmesurable e intangible. Una inesperada sorpresa.
Una mirada realista a la tradición ecuestre, entre el documental y el registro costumbrista, sirve sorprendentemente de enlace para revelar con brío narrativo aristas novedosas de la condición humana.
En la relectura actual que realizan David Pablos y su guionista Monika Revilla sobre el episodio histórico del baile de los 41, se percibe originalidad y una notable audacia, elementos fundamentales para revitalizar el cine de la diversidad sexual en México.
Nemes sorprende de nueva cuenta en su segundo largometraje Atardecer con una apuesta estilística más depurada aún y muy propia para evocar una época de magnificencia cultural.
Lo que propone Ozon es un apaciguamiento melancólico y sereno para acceder a una suerte de liberación personal, que François Ozon sigue estudiando y manejando en su cine con una destreza incuestionable.
Lo que a primera vista pudiera parecer un western tradicional, se revela en realidad como un drama familiar intramuros cargado de perversidad moral y una malevolencia soterrada.
Ciertamente en el plano argumental, James Gray, director y guionista, está muy lejos de lo que prometían sus primeras obras. O posiblemente aquellas, sobrevaloradas en su momento, adquieren a la luz de sus trabajos recientes, su dimensión verdadera.
Un relato cautivador. El lúcido autorretrato de una industria hollywoodense fascinada siempre con el periódico recuento de sus propias miserias y grandezas.
La película presenta una trama novedosa, aparentemente subversiva, con un toque de ingenuidad en su realización. Las escenas eróticas son prudentes e inofensivas, mientras que la edición del filme aborda la complejidad de la narración de forma algo apresurada.
Es preferible abandonarse al goce estético de las imágenes fulgurantes que propone el flujo de conciencia del narrador y establecer los vasos comunicantes entre esta cinta y otras obras del cineasta en su periodo de mayor intensidad creativa.
Lo que pudo ser una sugerente aproximación al gran drama, se vuelve un insípido melodrama que prolonga, escena tras escena, el mismo tono quejumbroso y amargo de un ser atrapado en el pasado, proclive al sentimentalismo.
Propuesta novedosa es 'Francofonía'. El documental se transforma en una original alegoría sobre el poder y sus excesos, así como en la compleja relación entre la renuncia a la soberanía nacional y los impulsos libertarios que siempre la defienden con fervor.
Hermanus no llega al lirismo ni a la carga emocional del clásico japonés. Sin embargo, es importante resaltar la destacada actuación de Bill Nighy, quien, con su característico talante flemático, logra transmitir momentos de emoción auténtica.
George Clooney se queda a medio camino en la representación de esa farsa amarga que se vive en la pesadilla con aire acondicionado de los años cincuenta, pero es, sin duda, una estupenda opción de entretenimiento.
Al convencionalismo de esta trama, plantada sin rodeos en las rutinas y clichés del género de aventuras, la matiza por fortuna el ocurrente recurso a una parodia abierta.