Fresca, divertida y entrañable road movie. Una película con un corazón tan grande como el Everest. Resulta irreprochable en la calidad de su animación digital.
Refrescante versión del cómic francés, en su décima película animada, que ganará el gusto de niños y adultos por igual. Y que presentará a los joviales personajes a nuevas audiencias.
Más que su acotado ejercicio en animación digital, esta road movie se distingue por sus emotivos apuntes en torno al sentido de pertenencia y a la familia.
Una película animada que carece de elementos destacables y que presenta una premisa que ha sido abordada de manera mucho más efectiva en otras producciones.
El filme se convierte en una simple colección de gags independientes, que apenas contribuyen al desarrollo de una historia cohesiva. Algunos funcionan, otros no.
Son muchos los aspectos que destacan. Antes que todo, la belleza de su impecable animación en stop motion. Pero sobre todo el ritmo y continuidad con que fluye la trama.
Si bien el pirata interpretado por Antonio Banderas es el hilo conductor de la historia, también es donde se presentan los momentos más simples. A pesar de esto, el resultado final es bastante satisfactorio.
Un caleidoscopio visual y emotivo, que se nutre del lenguaje del cómic y se sustenta en un guion multireferencial, pletórico de acción, formidable humor y oportunos comentarios sobre la pluralidad.