Quizás estemos ante el nacimiento de un nuevo clásico para la temporada navideña. Pero por lo pronto, estamos ante una magnífica oportunidad de disfrutar un ingenioso relato.
Aventura, humor y parodias pululan en el cuarto largometraje de huevitos, para entretener a niños, jóvenes -y sobre todo papás- que no le tengan miedo al ocasional doble sentido.
En términos de producción, la animación es impecable en su manufactura, con vibrante colorido y bien definidas texturas. Sin embargo, el enfoque carece de inspiración y no logra una verdadera conexión emocional con el espectador.
Brilla por su calidad visual y sonora, mientras que los sutiles cambios subrayan el propósito original de sus creadores. Una invitación para reencontrarnos con una formidable saga fílmica.
El filme se presenta como un adecuado ejercicio en el uso del suspenso por parte del director. A pesar de su efectividad, el rendimiento del elenco y los efectos especiales son opacados por una falta de originalidad que limita el proyecto.
Más que una sólida historia, estamos ante una serie de viñetas muy divertidas que se suceden una tras otra, con los clásicos protagonistas del videojuego y nuevos personajes en esta secuela.
La propuesta original se diluye en el mayor número de clichés del cine de horror. Se pierde en un excesivo reciclaje de temáticas del horror, con un resultado más abrumador que efectivo.
El ritmo y graciosas ocurrencias están garantizadas. Se lamenta, sin embargo, que el interesante planteamiento no evolucione más allá del de su predecesora.
Extravagante y predecible a la vez, la experiencia fílmica se disfruta gracias a sus elementos visuales y la música. Sin embargo, resulta complicado que deje una huella duradera en nuestra memoria colectiva.
A pesar de su trama sencilla, los efectos especiales y el humor constante resultan adecuados para mantener entretenidos a los jóvenes espectadores. Los adultos disfrutarán de la película sin complicaciones, dejando que la historia fluya sin involucrarse demasiado.
Cumplidor entretenimiento familiar, que además de presentar al personaje de Sherlock a nuevos y jóvenes públicos, aborda la inequidad de las relaciones interpersonales.