El filme se presenta como un adecuado ejercicio en el uso del suspenso por parte del director. A pesar de su efectividad, el rendimiento del elenco y los efectos especiales son opacados por una falta de originalidad que limita el proyecto.
Más que una sólida historia, estamos ante una serie de viñetas muy divertidas que se suceden una tras otra, con los clásicos protagonistas del videojuego y nuevos personajes en esta secuela.
La propuesta original se diluye en el mayor número de clichés del cine de horror. Se pierde en un excesivo reciclaje de temáticas del horror, con un resultado más abrumador que efectivo.
El ritmo y graciosas ocurrencias están garantizadas. Se lamenta, sin embargo, que el interesante planteamiento no evolucione más allá del de su predecesora.
Extravagante y predecible a la vez, la experiencia fílmica se disfruta gracias a sus elementos visuales y la música. Sin embargo, resulta complicado que deje una huella duradera en nuestra memoria colectiva.
A pesar de su trama sencilla, los efectos especiales y el humor constante resultan adecuados para mantener entretenidos a los jóvenes espectadores. Los adultos disfrutarán de la película sin complicaciones, dejando que la historia fluya sin involucrarse demasiado.
Una animada y vivaz comedia de enredos, con manufactura un tanto más inspirada que la mayoría de símiles hollywoodenses que aparecen casi cada semana en cartelera.
Esparcimiento puro a partir de una catástrofe zombie. No tan genial como su predecesora, pero tan efectiva como un doble tiro en la cabeza de un muerto viviente.
Cumplidor entretenimiento familiar, que además de presentar al personaje de Sherlock a nuevos y jóvenes públicos, aborda la inequidad de las relaciones interpersonales.
Es un referente indiscutible en el cine de superhéroes, capaz de equilibrar la seriedad y el humor en un mismo film. Su propuesta estructural ha dejado una huella profunda en el subgénero, marcando un precedente que sigue vigente en la actualidad.