Película hablada y pausada, con un ritmo original que se sostiene a través de conversaciones bien escritas y ajustadas. La acción se desarrolla en cada diálogo, mientras que la pausa y la actuación generan una sensación de paz que resulta extraña pero a la vez adictiva.
Quizá porque no busca ser un filme de ballet, pero prefiere bailarinas a actrices, el filme pierde altura y se autolimita a plasmar una amistad trágica sin carga sensual, muy bien ensayada, poco vivida.
Pequeña bicoca cinéfila, historia mínima rodada como homenaje para el recuerdo de estos dos genios. Es un susurro a la amistad y a la comedia, tan sencillo como nostálgico, con el toque preciso de sal.
Fiel a su estilo adusto y su enfoque en el humanismo social, Loach regresó al cine, enfrentándose a un estado kafkiano y logrando así la Palma de Oro, a la edad de 80 años.
Pequeño filme de personajes, apuntalado por cuatro generaciones de actores de mirada franca que logra conectar no solo con los eternos universitarios, sino también con aquellos que buscamos en los libros lo que no podemos encontrar en la vida real.
Compensa con honestidad sus evidentes carencias. La falta de pretensiones se encuentra, al sur, con una despreocupación formal que puede ser interpretada por ojos indulgentes como audacia.
Esta película está bellamente filmada y presenta un enfoque accesible al cine social. Es tan divertida, audaz y desenfadada que logra evitar cualquier sensación de culpa en el espectador.
Filme de catequesis ligera que se conforma con que no confundamos a Dios con Papá Noel. La extraña lucha de opuestos que presenta no logra alcanzar la potencia de 'Camino'.
El caso Dreyfus ya tiene su clásico en el cine. Un Polanski destacado revisita 'Yo acuso' con un enfoque intrigante, convirtiéndolo en un auténtico thriller.
Un extravagante interés, derivado de un curioso reparto, una producción sólida y una iluminación que busca transmitir fuerza. Sin embargo, el intento de abordar una refriega política resulta ser un espejismo.
'The Artist' camina en el alambre todo el tiempo. Se la juega, arriesgando en la forma con el espectador medio y domando al cinéfilo de pro con su fondo. Por eso es, de largo, la mejor comedia en muchos años.