Un extravagante interés, derivado de un curioso reparto, una producción sólida y una iluminación que busca transmitir fuerza. Sin embargo, el intento de abordar una refriega política resulta ser un espejismo.
Imbricado con el paisaje rosellonés y dedicado al cineasta brechtiano Syberberg, así como al vinatero Di Vecchi Staraz, los saltos temporales se presentan como pequeñas burbujas de aire en un recorrido hacia el anhelo eterno de la libertad.
Stephen Hopkins, un director que transita entre el cine y la televisión, imprime un aire de telefilme a una película que parece buscar reivindicar a Jesse Owens el reconocimiento oficial que nunca llegó a obtener.
Sosa comedia, la película no es destacable, pero tampoco es un desastre total. Ni bien ni mal, simplemente regular, lo que la hace aún más decepcionante.
La labor del protagonista como falsificador permite al filme alejarse de la narrativa convencional del drama hebreo para profundizar en la destreza artística del personaje.
La solidez y el mentón mussoliniano de Jason Clarke destacan mientras la trama se desdobla en dos historias. Heydrich se presenta como nunca lo habías visto, aunque ya lo imaginabas.
Filme de acción sin acción ni enemigos competentes, con nazis de cartón. Clooney, al intentar mantener su compromiso con el arte, parece haber olvidado lo que significa hacer una película bélica.
No es sólo la versión actualizada de un episodio de la historia de Argentina contada en capítulos, sino la reflexión sobre el poder de un mito, sobre la pequeñez del ser humano frente a sus propias creaciones populares.
Guillermo Francella vuelve a demostrar su habilidad junto a Daniel Fanego. Sin embargo, parece utilizar el humor como estrategia para que no se le tome en serio. Este es un grave error, ya que impide que la película explore un camino más profundo que le habría beneficiado considerablemente.
Contenida y rigurosa intriga política que también funciona como emotivo relato íntimo gracias a una solvente interpretación de Mikael Persbrandt. Su retrato presenta matices de telefilm, acompañado de una recreación visual colorida aunque algo simplista.
Largometraje cuidado, recreado estilosamente en blanco y negro y en formato 1.33:1. Un sereno y estilizado episodio de memoria histórica, a favor de corriente.
Dos estructuras fílmicas en oposición. Por un lado, el simple biopic causal y por el otro, la exuberancia narrativa que establece el estándar más elevado de la película: rótulos, destellos de un enfoque similar al de Michael Moore y una considerable dosis de crítica.
El análisis minucioso, aunque caótico, de la escena de la ducha es realmente fascinante. "Anatomía de un bello asesinato" evoca el estilo de 'Hitch' en este momento clave.