La duda que asoma viendo esta versión lopezvazquiana de 'Atrápame si puedes' es si no habría funcionado una película más sórdida, con más drama que comedia.
El contraste entre lo leído y lo visto, la intensidad de la voz en off y los choques culturales con los paisanos van creando un ritmo particular que el director sabe manejar con destreza.
Aquí sólo brilla Willem Dafoe, enérgico en su fatalismo. Más pretencioso que profundo, la película transmite una sensación de impostura. Ferrara solo se mantiene fiel a su esencia en los últimos 20 minutos.
Filme atmosférico de encuadres fijos, pictóricos, que insinúa en lugar de explicitar las referencias históricas, que deja las tramas para enfocar los rostros, que pone la acción al servicio de la penumbra.
La película destaca por sus escenas de acción, una especialidad del director, que presentan revueltas propias del mejor cine bélico. Más en la línea de Besson que de Scorsese, este 'Taxi Driver' coreano logra rescatar el pasado con maestría.
Acierta a contar una página de la historia que se escribió con renglones torcidos, poniendo recta la cámara y encendiendo una luz oportuna. Un elegante ajuste de cuentas con la historia negra de Georgia.
Furman decide mezclar elementos diferentes para ver qué resultado obtiene, aprovechando también su papel como productor. Continúa en la búsqueda de su propio estilo, que navega entre las influencias de Heisenberg y 'Narcos'.
Metáfora colorista de toda una transición política, despliega el poder del entusiasmo hasta hacerlo contagioso. Combate con ingenio la amargura del recuerdo y pone de manifiesto que hay muchas formas de asumir seriedad y compromiso.
Sin remilgos ni alardes, por un camino convencional pero efectivo, Zbanic busca transmitir esperanza. Sin embargo, antes opta por ser justa, colocando la cámara en la sala de cine del infierno.
Sutil, con gran manejo del fuera de campo, esta obra se aleja de la reivindicación nacionalista y se adentra en una profunda tristeza bien fundamentada. El trayecto de Vlada revela fragmentos de historias truncadas.
Se aleja de la comedia superficial y no se adhiere a las convenciones del drama sentimentaloide. La película consigue un equilibrio complicado y logra un tono notable de eco social al prescindir de una moraleja.
Va sorteando el eco de filme corporativo gracias a las imágenes de un camino lleno de sinsabores en el que las imágenes hablan más y mejor que algunos testimonios políticos algo manidos.
Tras un despegue complicado, el poder cómico de la pluma toma los mandos haciendo un equilibrio imposible entre el kitsch trasnochado y la genialidad. Cámara, Areces y Arévalo son auténticos Chicos Almodóvar, tres personajes que quedarán en la historia del cine español.