No piensen en Pixar ni otros monstruos de la animación: esta sencilla comedia familiar sólo persigue que los niños la sigan atentos y que los adultos sientan una alegre añoranza.
Han conseguido levantar el vuelo de la saga, al límite de la extrema unción por culpa de la tercera entrega. La historia, tan disparatada como las anteriores, vuelve a tener sentido.
Desajustes de guión, el atolondramiento del director y una evidente tendencia al exceso desmedido confirman lo complejo que resulta siempre emular lo ya emulado. Aunque el original ya fuera un estupendo disparate.
Una cinta con abundantes dosis de humor que irradia genuina camaradería. Nada suena artificial ni desentona en una historia, que por otro lado, está repleta de acción y movimiento.
Una opera prima tierna e inocente, un musical teñido de comedia, un brindis por los perdedores que, en el fondo, quiza no lo sean. Hay defectos, pero también algo muy importante que solo nace del corazón.
Qué película tan extraña, tan poética, tan espiritual y bella visualmente hablando, sobre todo, cuando sus creadores nos zambullen en lo más profundo del océano.
El principio apuntaba hacia una inquietante y sorprendente propuesta, pero el filme no logra emocionar con la historia de un adolescente intratable. Da la impresión de que el guión se quedó corto o que hubo ideas más interesantes que no se incluyeron.
Posee un sarcástico sentido del humor, que, sobre todo en la primera parte de la cinta, funciona y asegura un buen rato. Lástima que durante la segunda el batacazo sea casi inevitable.
Una producción concebida para el público juvenil arrastra una falta de ritmo en los últimos treinta minutos, con algunas prolongadas disquisiciones y diálogos algo insustanciales.
Cargada de buenos propósitos y paletadas de ternura hacia sus personajes, varias escenas muestran un exceso de carga melodramática que empañan el resultado.
Las escenas de intimidad resultan conmovedoras, logran que la historia no caiga en el melodrama. Es puro realismo inglés, pero menos enfocado en lo social y más en lo humano.
Realista, honesta y en ocasiones vergonzosa, aunque no pueda eludir ciertos tópicos o arquetipos y le pese su ajustado presupuesto, la cinta desvela una cara muy distinta del llamado deporte rey.