Desajustes de guión, el atolondramiento del director y una evidente tendencia al exceso desmedido confirman lo complejo que resulta siempre emular lo ya emulado. Aunque el original ya fuera un estupendo disparate.
Una cinta con abundantes dosis de humor que irradia genuina camaradería. Nada suena artificial ni desentona en una historia, que por otro lado, está repleta de acción y movimiento.
Una opera prima tierna e inocente, un musical teñido de comedia, un brindis por los perdedores que, en el fondo, quiza no lo sean. Hay defectos, pero también algo muy importante que solo nace del corazón.
Qué película tan extraña, tan poética, tan espiritual y bella visualmente hablando, sobre todo, cuando sus creadores nos zambullen en lo más profundo del océano.
El principio apuntaba hacia una inquietante y sorprendente propuesta, pero el filme no logra emocionar con la historia de un adolescente intratable. Da la impresión de que el guión se quedó corto o que hubo ideas más interesantes que no se incluyeron.
Posee un sarcástico sentido del humor, que, sobre todo en la primera parte de la cinta, funciona y asegura un buen rato. Lástima que durante la segunda el batacazo sea casi inevitable.
Cargada de buenos propósitos y paletadas de ternura hacia sus personajes, varias escenas muestran un exceso de carga melodramática que empañan el resultado.
Las escenas de intimidad resultan conmovedoras, logran que la historia no caiga en el melodrama. Es puro realismo inglés, pero menos enfocado en lo social y más en lo humano.
Realista, honesta y en ocasiones vergonzosa, aunque no pueda eludir ciertos tópicos o arquetipos y le pese su ajustado presupuesto, la cinta desvela una cara muy distinta del llamado deporte rey.
Un filme impactante, aunque es mejor olvidar el relato original en el que se basa. La adaptación carece de matices y profundidad literaria, además de incluir algunos recursos que se sienten como trucos de un jugador tramposo.
Thriller repleto de contradicciones y engaños, donde corres el riesgo de perderte entre tantos personajes y giros de guion. Afortunadamente, Crowe logra mantener el nivel en todo momento.
La película logra desdramatizar lo que, en esencia, es una tragedia contemporánea y consigue que el espectador disfrute de un buen rato con este grupo de clase media.
El realizador emplea varios primeros planos para involucrarnos en ese salón. Sin embargo, es lamentable que ni los actores ni el propio De la Orden tengan claro si lo que están contando es un drama o una tragicomedia.