Da con el equilibrio adecuado de curiosidad genuina sobre las penurias de su sujeto y simpatía. Sin embargo, su elusividad al afrontar los porqués hace que poco a poco se vuelva frustrante.
Desafortunadamente, no destaca en un mercado abarrotado de dramas vampíricos. No logra conectar su premisa con el trabajo emocional relacionado con sus elementos de horror.
El uso de las convenciones de los cuentos de hadas aporta un toque humorístico, pero la historia se siente pesada y su extensión tiende a restarle ritmo, lo que dificulta que la narrativa se desarrolle con agilidad. La trama se convierte en un obstáculo.
Washington brilla nuevamente en un papel que se adapta a la perfección, destacándose en el corazón de una serie cuidadosamente elaborada y de calidad impactante.