La atención al detalle de Edwards es notable; aunque no representa su obra maestra, se destaca por encima de la mayoría de los dramas que abordan los problemas sociales de los años 60.
Gran parte resulta efectiva, pero a veces es demasiado rápida; demasiado exagerada y maliciosa como para convertirse en el tipo de aventura impactante que aspira a ser.
Una película antibélica bellamente fotografiada y torpemente dirigida. No hay mucha rabia en ella; sus tonos predominantes son la pasividad, el masoquismo y una extraña complacencia.
Hay grandes momentos en la epopeya marxista de 1976 de Bernardo Bertolucci, pero el resultado final es ambiguo. Las caracterizaciones son difusas y la narración parece errática.
Ritchie a veces se esfuerza tanto por evitar los clichés de las películas familiares que termina cayendo en algunas vulgaridades innecesarias. Sin embargo, en líneas generales, esta es una de sus mejores obras.
Tiene un ingenio genuino, un sentido interesante de lo grandilocuente y muy poco de ese 'filosofar' manifiesto que arruinó gran parte de los trabajos anteriores de Huston.
Todo lo que era maravilloso en la película de Kurosawa, como el reclutamiento y entrenamiento de los mercenarios, aquí se convierte en una pérdida de tiempo. Sin embargo, el elenco, lleno de íconos, aporta significativamente.
Como dice su título, es un 'whopper': 201 minutos del ascenso de una familia texana a la fama y la fortuna. Gran parte de ello es espantoso, pero es casi imposible no dejarse llevar por su alcance narrativo.
El ritmo deliberado de Stevens beneficia considerablemente a la comedia, aunque las escenas de acción se ven perjudicadas por composiciones excesivamente cuidadas y cortes demasiado artísticos.