Trabajando de cerca con Cocteau, Melville desarrolló un estilo basado en el entorno que se convirtió en una de las mayores influencias de los directores de la Nueva Ola.
Pollack es tal vez el único director estadounidense que realmente sabe cómo sacar el máximo provecho a las estrellas. Su estilo tiene una fluidez única y placentera.
La atención al detalle de Edwards es notable; aunque no representa su obra maestra, se destaca por encima de la mayoría de los dramas que abordan los problemas sociales de los años 60.
Gran parte resulta efectiva, pero a veces es demasiado rápida; demasiado exagerada y maliciosa como para convertirse en el tipo de aventura impactante que aspira a ser.
Aunque se ve debilitada por el habitual descuido de Spielberg para el desarrollo narrativo, la película alterna entre ternura y sarcasmo con suficiente sofisticación retórica para ser ciertamente irresistible.
Una película antibélica bellamente fotografiada y torpemente dirigida. No hay mucha rabia en ella; sus tonos predominantes son la pasividad, el masoquismo y una extraña complacencia.
Hay grandes momentos en la epopeya marxista de 1976 de Bernardo Bertolucci, pero el resultado final es ambiguo. Las caracterizaciones son difusas y la narración parece errática.
Ritchie a veces se esfuerza tanto por evitar los clichés de las películas familiares que termina cayendo en algunas vulgaridades innecesarias. Sin embargo, en líneas generales, esta es una de sus mejores obras.
Tiene un ingenio genuino, un sentido interesante de lo grandilocuente y muy poco de ese 'filosofar' manifiesto que arruinó gran parte de los trabajos anteriores de Huston.