La historia puede que suene demasiado familiar, pero su sencilla forma de contarla y sus atractivas interpretaciones hacen de ella una delicia inesperada.
La atrevida decisión de centrarse en el heroísmo colectivo otorga al film una escala y una energía que se intensifican gracias al brillante montaje rítmico de Eisenstein.
Interpretada con brillantez y con una crueldad extravagante por Rudolf Klein-Rogge, es un thriller verdaderamente épico que destaca por su gran atmósfera.
El sermón sobre el poder demoníaco de la bebida parece sacado de un corto de DW Griffith. Sin embargo, el uso ingenioso que Sjöström hace de la superposición y el tiempo es notablemente más sofisticado.