Una combinación entretenida de efectos especiales impactantes, sutiles guiños a la película de Landis y sorpresivos instantes de terror que alteran el tono humorístico.
Si piensas mucho en ella, no se sostiene del todo. Sin embargo, Marshall logra mantener el interés al demostrar que su objetivo es ofrecer un entretenimiento bienintencionado, a pesar de contar con un presupuesto limitado.
A pesar de ciertos giros argumentales ingeniosos, el resultado final se siente artificial, al igual que los acentos estadounidenses de Pegg y McElhone.
Una actuación sobresaliente de Skarsgard aporta una profunda emotividad y dignidad a la cinta, que se convierte en una conmovedora exploración de la lucha de un artista en un contexto totalitario.
Un tributo astutamente divertido, completamente original y de gran corazón al poder de los atributos básicos humanos como la memoria, el amor y el perdón.
Bertrand Tavernier transforma un tema que podría resultar sombrío en un homenaje a los valores comunitarios, ofreciendo una experiencia cálida, frecuentemente inspiradora y profundamente emotiva.