La interpretación de Thewlis es poderosa y confiada, lo que refuerza la trama. La historia se despliega de manera inteligente, manteniendo al espectador involucrado en todo momento.
Una actuación sobresaliente de Skarsgard aporta una profunda emotividad y dignidad a la cinta, que se convierte en una conmovedora exploración de la lucha de un artista en un contexto totalitario.
La formidable actuación de Peter Coyote no logra equilibrar un guion inconsistente y un tono que fluctúa entre la comedia exagerada y los elementos eróticos.
Una película que se queda en el término medio. No es especialmente memorable, pero tampoco resulta un desastre. Su desarrollo mantiene el interés sin llegar a ser cautivador.
Lo que podría haber sido un viaje con baches se convierte en arcos narrativos más satisfactorios gracias a la dirección fluida de Vallée, el buen montaje de Jill Bilcock y Matt Garner y especialmente la banda sonora de Ilan Eshkeri.
Un tributo astutamente divertido, completamente original y de gran corazón al poder de los atributos básicos humanos como la memoria, el amor y el perdón.
Bertrand Tavernier transforma un tema que podría resultar sombrío en un homenaje a los valores comunitarios, ofreciendo una experiencia cálida, frecuentemente inspiradora y profundamente emotiva.