Nunca pierde su nobleza, su carga emotiva y al mismo evita tanto la demagogia como la bajada de línea obvia, recargada y discursiva, cuanto tenía todo servido para eso.
Podría haber sido un melodrama insoportable, un culebrón recargado y adoctrinador, y -en ciertos momentos- está cerca, muy cerca de caer en esa moralina, ese espíritu manipulatorio, esa crueldad y ese regodeo.
Una película que pasará desapercibida en la historia, destinada a ser recordada principalmente por los fanáticos incondicionales de Sandra, quienes celebrarán su victoria en la noche de los Oscars.
Más allá de su fuerte impronta política y de sus intrigantes elementos fantásticos, 'Ashkal' se presenta como una auténtica y refrescante rareza en el panorama del nuevo cine africano.
Lejos del homenaje aburrido o pretencioso, Gomes demuestra que todavía se puede seguir jugando sin prejuicios con el arte y nos regala una película lúdica, esplendorosa y vital.
El audaz director austríaco aborda el racismo y el turismo sexual, superando el grotesco y la provocación para descubrir nuevas dosis de sensibilidad y matices en su obra.
La propuesta es irresistible por donde se la analice. Una película clásica y un engranaje perfecto, con una historia profunda. Es Hollywood en su máxima expresión.
Alex Ross Perry lo convierte en algo único, profundo y poderoso. Su nuevo trabajo tiene una densidad emocional que convierte al film en un trance incómodo y perturbador difícil de asimilar por parte del espectador.
Ambiciosa y excesiva, esta vuelta de Zemeckis al cine con actores plantea, de manera inteligente y provocadora, varios dilemas éticos y morales a partir de las desventuras de un piloto de avión que lucha con su adicción a las drogas y el alcohol.
La inmensa actuación de Jeff Bridges compensa los lugares comunes de una trama previsible. Sin embargo, gracias a la calidad de la música y a la nobleza de sus intérpretes, la película resulta prácticamente irresistible.
Es precisamente una relación afectiva la que pone en riesgo su meticuloso accionar. Esta dimensión humana le otorga al film un interés que excede al del mero documental sobre épicas deportivas.
Con pudor y recato, con la cámara siempre a la distancia justa, construye un ensayo crudo y directo sobre la inminencia de la muerte y las dificultades de lidiar con una situación tan extrema.
Egoyan narra las desventuras de Guttman a lo largo de gran parte de Estados Unidos a través de un guión meticuloso, que muestra un enfoque maniqueo y suscita dudas sobre la ética tanto artística como humana.