La película, si bien es un poco lenta, está muy bien filmada y cada tanto tiene imágenes realmente atractivas, apoyadas por un sólido soundtrack hip hop.
El argumento revela continuamente sorpresas, convirtiendo lo que inicialmente parece una comedia policial común con gánsteres defectuosos en una película existencialista excepcional.
Chiste con momentos brillantes, dos o tres gags realmente gloriosos, y una dosis generosa de «buenas vibraciones» para compensar cualquier falta de rigor que pueda afectar el conjunto.
Lo único épico es la falta de coherencia en el sentido del humor, y los abruptos cambios de tono que nunca permiten que el espectador llegue a sentirse cómodo, ni mucho menos interesado en esta historia.
Siempre tienen algún guiño a los clásicos de la literatura fantástica, ya sea el mismo Dick, Stephen King o Tolkien, claro que siempre con elaborado diseño y un nivel de humor cruel, inusitado, que es lo que vuelve algo único a este show.
Los cuatro episodios presentan imágenes asombrosas y un tono armónico que, aunque aborda los problemas ecológicos, lo hace de una manera que resalta la belleza visual y la ternura de estos animales tan inteligentes.
Esta versión es uno de esos despropósitos memorables con los que Hollywood nos suele sorprender cada tanto, y justamente por sus dimensiones gigantescas la película no es tan desastrosas como se podría suponer.
La animación digital no es la mejor del mundo, pero por momentos tiene lindos colores y atractivas texturas en lo relacionado con el océano. Para los más chicos puede funcionar, pero sus acompañantes adultos corren el riesgo de pasar un rato insoportable.
El documental sigue los avatares de una familia de osos, pero por momentos lo que realmente impacta son los increíbles paisajes de Alaska muy bien filmados.
Tiene algunos momentos fascinantes, pero en general es muy seria, algo ridícula y falla el sentido del espectáculo para una superproducción de esta índole.