Es liviana y consigue entretener con momentos espectaculares, pero se toma tan en serio su música épica y sus planos del protagonista bajándose del auto en cámara lenta, que pareciera que el director leyó un guión distinto.
Sin presentar nada que no hayamos visto ya en el saturado mundo de los "bichos", esta producción modesta se limita a entretener a través de humor ligero, música y un uso desbordante del color.
La falta de presupuesto y los problemas de tono y ritmo son evidentes, pero la ambición en su búsqueda de momentos (y de discurso) termina salvándola de ser un fiasco, y la deja a medio camino entre una buena película y un experimento interesante.
Es un viaje por una vida de sentimientos negados, que premia al espectador con detalles y sensaciones puras, gracias a una precisión narrativa de esas que escasean. Y es que rara vez las películas logran alinear con éxito un tema contingente y universal con su ambición artística.
Una película que, tal como esos dramas de adolescencia, puede resultar intensa e inolvidable en su momento, pero que luego será vergonzosa en la adultez.
Esa liviandad tan asumida que evita cualquier atisbo de drama o sustancia es a la vez su virtud y su defecto: un buen rato que no puede ser otra cosa más que olvidable.
El relato presenta romance y erotismo, además de una química palpable entre las dos protagonistas que las hace cercanas y muy humanas. No obstante, los conflictos resultan predecibles y parecen extraídos de un repertorio ya gastado.
Con atisbos de belleza, reflexiva a la fuerza gracias a sus planos largos y curiosamente desesperanzadora, el relato casi estático funciona como una cápsula espacio-temporal donde no podemos ser más que testigos pasivos del curso de la naturaleza.
Es apenas una actualización del remake con Brendan Fraser, con un ritmo irregular y momentos muy disímiles. Y si estos van a ser los nuevos monstruos, quizás no es tan buena idea abrir ese sarcófago.
Aunque se valora la brevedad de la historia y la solidez del argumento, es importante señalar que la lógica de la película se asemeja a la de una "casa embrujada", diseñada para asustar a los espectadores. Si esa es la intención, sin duda se garantiza una experiencia entretenida.
Un relato irregular pero rico en momentos, en un equivalente audiovisual de alguien que de puro apasionado termina yéndose por las ramas y disparando para todas partes.
Al cabo de un rato, la falta de humor y humanidad hacen que los sobresaltos agoten, y peor, que el destino de los personajes deje de importar. El sacrilegio más grande de la película, por lejos.