Este último intento hollywoodense por resucitar a este ícono de la cultura pop hace muchas cosas bien, partiendo por el tono que es serio y nostálgico a la vez, y que les da a los personajes humanos conflictos interesantes y anclados en una realidad muy bienvenida.
Es liviana y consigue entretener con momentos espectaculares, pero se toma tan en serio su música épica y sus planos del protagonista bajándose del auto en cámara lenta, que pareciera que el director leyó un guión distinto.
Sin presentar nada que no hayamos visto ya en el saturado mundo de los "bichos", esta producción modesta se limita a entretener a través de humor ligero, música y un uso desbordante del color.
La falta de presupuesto y los problemas de tono y ritmo son evidentes, pero la ambición en su búsqueda de momentos (y de discurso) termina salvándola de ser un fiasco, y la deja a medio camino entre una buena película y un experimento interesante.
Es un viaje por una vida de sentimientos negados, que premia al espectador con detalles y sensaciones puras, gracias a una precisión narrativa de esas que escasean. Y es que rara vez las películas logran alinear con éxito un tema contingente y universal con su ambición artística.
Un trabajo de relojería para ejercitar las glándulas lagrimales que funciona gracias a personajes queribles y a un guión más inteligente de lo que se podía esperar.
Una película que, tal como esos dramas de adolescencia, puede resultar intensa e inolvidable en su momento, pero que luego será vergonzosa en la adultez.
Lamentablemente, se trata de darle al musical un toque de "realismo" que se traduce en coreografías sin ningún adorno en locaciones poco interesantes, con secuencias innecesarias, y que desperdician el talento de los involucrados en un producto sin encanto.
Esa liviandad tan asumida que evita cualquier atisbo de drama o sustancia es a la vez su virtud y su defecto: un buen rato que no puede ser otra cosa más que olvidable.
El relato presenta romance y erotismo, además de una química palpable entre las dos protagonistas que las hace cercanas y muy humanas. No obstante, los conflictos resultan predecibles y parecen extraídos de un repertorio ya gastado.
Con todo, el conjunto sigue siendo más que sólido, y la propuesta audiovisual se atreve con experimentos narrativos solo posibles en una serie que ya encontró su mejor forma, y que no tiene nada que probar. A maratonear, con confianza.
Con atisbos de belleza, reflexiva a la fuerza gracias a sus planos largos y curiosamente desesperanzadora, el relato casi estático funciona como una cápsula espacio-temporal donde no podemos ser más que testigos pasivos del curso de la naturaleza.