un relato preciso que sabe explotar la jungla de colores y personajes que es la noche bonaerense, y con un tratamiento del color y las locaciones muy del cine de los setentas. Un agobiante ejercicio donde el miedo es una tortura invisible y la paranoia, la única manera de enfrentar el mundo.
Un ejercicio admirable, con momentos de genialidad que llevarán al espectador/jugador no solo a sentirse como un sádico titiritero, sino que además a verse apuntado con el dedo.
Corrige varias meteduras de pata de la saga original, partiendo por presentar una historia de hilo coherente, un humor más noble y un sentido del espectáculo que no se cae al exceso apocalíptico.
Una suerte de "El chavo del 8" crecidito y enamoradizo, moviéndose entre viñetas de humor más o menos exitosas, y con un "mensaje" tan sutil como un martillazo en la cara.
Estamos ante una película "de bailarines" que de alguna manera evade todos los clichés y estructuras repetidas, para ofrecer una elegancia hipnótica que se mantiene durante todo el metraje, (...) Como un buen espectáculo de danza, un deleite.
La película es un relato cercano e incómodo, que no ofrece muchos matices sobre lo que está diciendo, y que tiene su mejor arma en las actuaciones y la simpleza para abordar aquello que es tan complejo. Honesta y muy humana hasta el final.
La película ofrece una buena dosis de humor y tensión deportiva, entrelazando momentos de emoción bien medidos, aunque carece de sorpresas impactantes. A pesar de esto, logra cumplir con su objetivo.
El inconveniente surge cuando las estrategias para provocar miedo se vuelven tan evidentes como las explosiones de ruido repentino y la edición repleta de efectos visuales que generan cansancio, incluso en el espectador más tolerante.
Con espíritu de telefilme y un protagonista que carece casi completamente de conflictos, los realizadores solo dan lugar a una única lectura posible: admirar a un santo que no es más que bondad, filantropía y humildad.
Todo tiene la profundidad y el carácter episódico de una sitcom. En sus mejores momentos saca sonrisas, y en sus peores dispara la vergüenza ajena a niveles explorados solo por Adam Sandler.
El relato es tan extremo en su búsqueda de sufrimiento que el lugar común acaba por anular cualquier verosimilitud. Fuqua recurre a tantos golpes bajos que es imposible no rendirse ante la historia.
El resultado es altamente entretenido, pero irregular. La sensibilidad del blockbuster de superhéroes, vista a través del ojo de un quinceañero que acaba de descubrir el rock metal, es algo que no encaja con los caballeros de la mesa redonda.
Muy lejos de joyas del género como 'El orfanato' y con escasos buenos momentos, pero con un par de escenas de atmósfera trabajada que la salvan del fracaso absoluto.
Aunque hay interpretaciones sobresalientes, los personajes adolescentes son demasiado superficiales y el eco de mejores películas con temáticas similares ('El Conjuro') provoca que este despliegue de sustos repentinos resulte en una experiencia que se desvanece rápidamente, a pesar de cumplir con lo mínimo esperado.