Prácticamente, es un ejercicio en uso del espacio fuera de cámara, magistral, refrescante y consistente. Una reflexión sin adornos sobre la crueldad de los niños y la negligencia de los adultos.
Una vez que la película se aleja de su enfoque en los amantes que intentan aprender de los fracasos amorosos, su desesperación se vuelve inconfundible.
En la película, la cuestión del amor nunca se aleja demasiado de la intimidad corporal, independientemente del tipo de amor que sea. El amor encuentra una grieta por la que colarse y manifestarse.
La película se ve afectada por un guion que, cuando no presenta canciones poco inspiradas, parece estar lleno de clichés. Todo se siente excesivamente cursi, o incluso de mal gusto.
La prosa de Louis ha perdido su simplicidad y linealidad. A pesar de que Fontaine presenta el material de una manera visualmente atractiva, su enfoque resulta irrespetuoso para la tranquilidad de la historia que narra.
Algunas escenas reflejan de manera poética y sutil las inquietudes sociopolíticas de la película, mientras que en otras los personajes se comunican de manera pedagógica.
La película se siente como una colección de bosquejos de una única narrativa. Se vuelve considerablemente más cautivadora cuando se sumerge en sus elementos de fantasía onírica.
En 2018 resulta complicado diferenciar entre un artista subversivo y uno que sigue las normas políticas. Lamentablemente, 'The Misandrists' presenta a LaBruce en una faceta más alineada con lo políticamente correcto.