La autoconciencia en 'Nadie' se origina en un concepto claro y en una inclinación hacia los excesos y lo caricaturesco, similar a lo que vemos en 'John Wick'. La participación del guionista Derek Kolstad refuerza la sospecha de que las similitudes no son meras coincidencias.
Comedia donde la lógica es que no haya lógica. Hay explicitud, tontería e inventiva. En una época donde muchas películas optan por autolimitar su potencial humorístico para evitar controversias, esta apuesta es un soplo de aire fresco.
Sus preguntas, en su mayoría sin respuesta, son de las pocas cosas que permanecen en la mente tras los créditos, lo que evidencia que es una película arriesgada, pero también fallida.
El documental no se dirige a un público especializado ni se enfoca en la rigurosidad científica. Sin embargo, su aspecto más fascinante es reflexionar sobre el cine, como un arte popular, concebido como un componente esencial de un lenguaje colectivo.
Es un juego de extorsiones y amenazas cercano al cine de gangsters, aunque sin perder la comicidad oscura, ese tono vitriólico que por momentos rememora a la filmografía como director de Danny DeVito.
La película presenta una estructura típicamente cómica, pero sorprendentemente ofrece un relato policial lleno de alucinaciones. En ciertos momentos, la narrativa se vuelve frenética.
Tenía todo para ser una comedia corrosiva y políticamente incorrecta, pero nunca logra definirse. Esta indecisión provoca que la película resulte fallida, a pesar de contar con buenas ideas que no logra desarrollar.
El film logra sostener un interés creciente gracias a un guión que dosifica no sólo la información, sino también entremezcla sus distintas vertientes con frescura y sapiencia.
La nueva entrega de la serie Jackass mantiene el formato episódico característico de sus producciones, aunque en esta ocasión se apoya en una premisa argumental más simplificada, utilizando en varias ocasiones cámaras ocultas para sus escenas.
Artefacto curioso, que por momentos renguea debido a la irregularidad de sus componentes, pero en otros avanza seguro, traccionado por el placer de lo imprevisible, tiene sorpresas de las que sólo las buenas comedias se hacen cargo.
62 episodios de un vuelo narrativo y estético por momentos poético que dan forma a un thriller trepidante, descontrolado y apoteósico no exento de comedia negra.
Besson ofrece una variedad de tonos que va desde el humor negro hasta la solemnidad. Esta mezcla puede parecer ridícula, y en ocasiones lo es. Sin embargo, el director aborda ese absurdismo con valentía y desafío.
Wes Ball imprime un ritmo vertiginoso y se toma el tiempo necesario para describir un mundo que resulta peligrosamente similar al nuestro, lo que justifica un metraje de casi dos horas y media.
Que nadie espere revelaciones con perspectiva histórica ni tampoco un análisis del contexto, porque a Wishart le interesa una suerte de presente retrospectivo.