Pocos directores logran utilizar un lenguaje que, aunque simple, cuente una historia de manera tan brillante. Shyamalan despliega amor y sabiduría cinematográfica en cada uno de sus trabajos.
Buñueliano y sensacional esperpento, pedalea con tatiniano humor, dibujando una fluorescente sonrisa en una infinidad de referentes a los cuales da la vuelta con una libertad e inventiva sobresaliente y estimulante.