La puesta en escena es sencilla y los intérpretes ofrecen actuaciones convincentes y profundas. La cámara, con movimientos elegantes, se enfoca en los ojos y el corazón de los personajes.
Guión muy fino. La historia es en apariencia sencilla, pero está llena de giros inesperados y presenta a los personajes justos. Además, incluye dosis de intriga que mantienen el interés.
Es precisamente la cara terrorífica de la obra la que presenta grietas y protuberancias. Cada guionista parece tirar del carro en direcciones opuestas, pero juntos logran un acabado ejemplar.
El cineasta reafirma su independencia y otorga un gran peso a sus actores, quienes, sin embargo, parecen tres extraños sin química. A pesar de esto, se percibe que han sido dirigidos por un maestro en la creación de estados de ánimo.
El punto de partida es apasionante. La película se presenta como un poema visual. Sin embargo, como suele suceder con la poesía, es complicado que logre conmover a un amplio público.
Sólo cuando China Zorrilla aparece, la vida se suspende de verdad y ni la estructura ni el guión importan tanto como el talento que traspasa la pantalla.
Una historia de terror única. El director desconcierta con su mirada poderosa, que evoca a los clásicos sin parecerse a ninguno. Es fascinante, aunque para muchos espectadores será una experiencia frustrante.
Una película disfrutable para toda la familia. Tiene momentos divertidos y grandes intérpretes. Podría ser más oscura y menos fría, pero el viejo Dahl, desde su tumba, no pensará que le han clavado otra estaca en el corazón.
Que todo sea tan previsible, defecto mortal en un thriller, puede llegar a ser reconfortante en este caso. Nos da justo lo que promete y muchos necesitan.
«Noé» no solo deslumbra como espectáculo, sino que ofrece una variedad de interpretaciones personales y hasta invenciones para enriquecer una trama que todos conocemos, pero quizás no tan bien como pensábamos.
El relato es tan profundo y el viaje tan largo que para seguir a Barrie-Depp hay que estar muy desprovisto del lastre que sedimentan los años sobre las alas de la imaginación. Merece la pena, sin embargo. Cuando la cinta alza el vuelo por fin mecida por el arte de narrar y planea majestuosamente sobre un viejo escenario londinense, el deseo de cree
Un puñado de excelentes intérpretes británicos, que declaman con exagerada perfección, enriquecen esta obra de cuidadísima factura. El esfuerzo es plausible pero sus logros son algo más discutibles.
Funciona a muchos niveles, en un ejercicio de humor y equilibrismo que incomodará a muchos. La película reparte críticas de manera efectiva y destaca por el gran desempeño de todo el reparto.
Ese dilema plantea una falta de emoción palpable. El conflicto interno de los personajes debería haber recibido más enfoque. Sin embargo, aunque la narrativa no logre profundizar tanto, el drama resulta ser una experiencia que vale la pena.
Emilio Martínez-Lázaro demuestra una clara contención en su dirección, y se muestra generoso incluso con los antagonistas. Sin embargo, no logra enfocar adecuadamente la parte menos ideológica.