Personajes bien dibujados y tres o cuatro momentos de genuina sensibilidad. Sin embargo, la mayor crítica que se puede hacer a esta película es que sus destellos de madurez no son lo que esperará gran parte de su audiencia.
Cuando la historia se enfoca en los adultos y critica mediante tópicos a la sociedad británica, la película alcanza su mejor momento y revela su gran potencial.
Juventud, divina miseria. No faltan tópicos, pero estos se combinan con un buen gusto en la puesta en escena, una escritura clara y una dirección de actores sólida. Es una propuesta honesta.
Este pan huele delicioso, sus ingredientes son de alta calidad y han sido amasados con esmero. Horneada con conocimiento, paciencia y destreza, la historia avanza sin recurrir a trucos deshonestos.
Narrada de una forma excepcional, sin adornos sensacionalistas. A Tavernier, sin embargo, le pierde la pasión. Esclarecedora película, incluso en sus ataques de ceguera.
Destaca por el trabajo colectivo y la veracidad, por su retrato de personajes profundos en cuatro trazos y por un ritmo trepidante. Da gusto ver una película tan bien rodada.
Aunque algo sea cierto, no siempre se presenta de manera convincente en la pantalla. El drama de Fahim, que presenta algunos aspectos confusos, adolece de un toque de fantasía que roza la ligereza excesiva.
El espectador se involucra con los personajes y sus deseos, sin embargo, pueden parecer excesivamente familiares. Esta es solo una hipótesis. Como consecuencia, el público no se detiene a apreciar los matices de cada uno.
Demasiados diálogos se sienten artificiales y ninguno de los personajes, a pesar de estar en lados opuestos de la ley, logra envolver al espectador en la profundidad de sus pasiones. Sin embargo, la película no es mala y en absoluto resulta aburrida.
Nostálgico capricho italiano de Pixar. La propia concepción de la cinta evoca una experiencia de vacaciones en Italia. La película deja una impresión duradera, que resulta más significativa que los pequeños detalles.
Agradable película francesa, una historia que se disfruta por sus matices y su aroma particular. Está bien interpretada, no aburre en ningún momento y resulta inteligente.
La puesta en escena es sencilla y los intérpretes ofrecen actuaciones convincentes y profundas. La cámara, con movimientos elegantes, se enfoca en los ojos y el corazón de los personajes.
Guión muy fino. La historia es en apariencia sencilla, pero está llena de giros inesperados y presenta a los personajes justos. Además, incluye dosis de intriga que mantienen el interés.
La dirección es excelente, destacando a actores que, sorprendentemente, no son profesionales. Se nota una cuidada colocación de la cámara que evita distracciones. Hay que disfrutar de lo mejor de Clint.
Es precisamente la cara terrorífica de la obra la que presenta grietas y protuberancias. Cada guionista parece tirar del carro en direcciones opuestas, pero juntos logran un acabado ejemplar.
El cineasta reafirma su independencia y otorga un gran peso a sus actores, quienes, sin embargo, parecen tres extraños sin química. A pesar de esto, se percibe que han sido dirigidos por un maestro en la creación de estados de ánimo.