«Noé» no solo deslumbra como espectáculo, sino que ofrece una variedad de interpretaciones personales y hasta invenciones para enriquecer una trama que todos conocemos, pero quizás no tan bien como pensábamos.
El relato es tan profundo y el viaje tan largo que para seguir a Barrie-Depp hay que estar muy desprovisto del lastre que sedimentan los años sobre las alas de la imaginación. Merece la pena, sin embargo. Cuando la cinta alza el vuelo por fin mecida por el arte de narrar y planea majestuosamente sobre un viejo escenario londinense, el deseo de cree
Un puñado de excelentes intérpretes británicos, que declaman con exagerada perfección, enriquecen esta obra de cuidadísima factura. El esfuerzo es plausible pero sus logros son algo más discutibles.
Funciona a muchos niveles, en un ejercicio de humor y equilibrismo que incomodará a muchos. La película reparte críticas de manera efectiva y destaca por el gran desempeño de todo el reparto.
No hay posibilidad de empatía ni siquiera complicidad. Es un retrato amargo de un artista auténtico. Es probable que Salinger despreciara esta película.
Ese dilema plantea una falta de emoción palpable. El conflicto interno de los personajes debería haber recibido más enfoque. Sin embargo, aunque la narrativa no logre profundizar tanto, el drama resulta ser una experiencia que vale la pena.
Emilio Martínez-Lázaro demuestra una clara contención en su dirección, y se muestra generoso incluso con los antagonistas. Sin embargo, no logra enfocar adecuadamente la parte menos ideológica.
Un antibelicismo primario, inocente, sin sesgo político ni rencor, pero en absoluto exento de inteligencia. Que los actores son magníficos se aprecia de un vistazo.
Una historia de fe, semillas y montañas, adornada por un elenco pintón y una factura notable. El director logra tocar las emociones del público, dejándolos ante la disyuntiva de llorar como forma de terapia o sentirse manipulados.
Combina dos historias apasionantes: el modo en que Franco intentó y a menudo logró extender su afición censora hasta Hollywood; y la azarosa vida del guionista Alvah Bessie.
Hermosísima, sin la pretensión de repetir los pasos sagrados de Louis Malle en 'Au revoir les enfants', pero con la enorme ambición de convertir al espectador en una persona mejor. Una pequeña maravilla.
La historia es simpática y sencilla, aunque no ayuda la fórmula americana, pseudocapriana, ni el tono de falsete, sobre todo porque no estamos ante una comedia decidida o que genere unas ganas irresistibles de reír.
La película, teñida de humor negro de principio a fin, rebosa frases ingeniosas. La delicia se sustenta en unos personajes bien interpretados y mejor construidos.
Es demasiado larga y profundamente irregular, con momentos magistrales que no terminan de justificar el despliegue. Spike Lee intenta abarcar demasiado en su intento de hacer una obra definitiva.