Solemne fiasco. La película intenta capturar la esencia del romanticismo decimonónico, pero lo hace de una manera superficial y poco convincente. En resumen, resulta decepcionante.
Una odisea en la que el legionario actúa como perseguidor y a la vez como perseguido, lo que genera una intriga constante. La acción en sí se presenta de manera creíble.
Gran comedia que ofrece un entretenimiento sin pausa, repleta de gags que la elevan. Las revisiones aportan un nuevo valor a la historia. Destacan personajes memorables como el extra y el camarero borrachín, que aportan situaciones divertidas.
El director y el guionista demuestran su talento para mezclar comedia y drama sin caer en la trivialidad. Destacan el prólogo y el desenlace, que reflejan perfectamente el humor presente en la película. Sin embargo, algunos debates se sienten demasiado largos y didácticos.
El planteamiento resulta predecible y los chistes se alargan hasta volverse ineficaces. Esta comedia romántica carece de ese toque romántico que se espera. Aunque la producción es costosa, una buena comedia debe ofrecer más que solo una buena fotografía y decorados llamativos.
La exhibición de lujo californiano y de estética pastel se presenta como la mayor preocupación del director, dejando de lado elementos que podrían incorporar un alivio cómico, ya que ni siquiera se encuentran personajes secundarios que aporten humor.
Destaca por su realismo y la emotividad que transmite a través de los jóvenes protagonistas. Sin embargo, la sátira sobre el periodismo sensacionalista resulta ser excesivamente predecible y común.
El desarrollo de la comedia es poco creíble y carece de situaciones y diálogos profundos. Los chistes se pierden en una repetición constante, con un inicio claro, pero sin un nudo ni desenlace adecuados.