Es superior a la original. El oportunismo no quita que la película de la dupla Kölsch-Widmyer sea otra excepción a la regla de que toda remake es inferior a la original.
Tras los pasos de 'Paddington', el resultado es aceptable, aunque carece del irresistible encanto que caracterizaba a las películas dirigidas por Paul King. Lamentablemente, el guión no alcanza la misma calidad.
La trama transita por lugares comunes, muchas de las situaciones están forzadas, y tanto los diálogos como las actuaciones son demasiado acartonados: todos esos elementos impiden que el gran objetivo de la película –conmover- se cumpla.
Darle la mamadera a un delfín bebé, la verdadera estrella del filme, y observar su relación con Winter son de los pocos momentos que realmente destacan. El resto se siente excesivamente melancólico.
Aquí no hay malvados: todos tienen su oportunidad de redención, en innumerables escenas que nos manipulan en busca de lágrimas. Gibson tiene tantas ganas de retorcernos las tripas que cae en el humor, con sangre que mueve más a la risa que al horror.
Sin hacer un gran alarde de recursos económicos, pero explotando con ingenio y habilidad los medios disponibles, Juan Dickinson y su equipo resuelven con solvencia el desafío de ambientación de esta historia.
La película presenta una serie de escenas reveladoras que impactan al espectador. En medio de estas experiencias, se incluyen diversas explicaciones. A pesar de ello, hay aspectos del enfoque pedagógico que resultan efectivos, lo que la convierte en un buen primer acercamiento a una figura fundamental del feminismo.
Klaus Härö consigue que 'El esgrimista' mantenga un tono sobrio y austero, reflejando el ambiente en el que se desarrolla la historia. De esta manera, logra evitar que la película se convierta en uno de esos melodramas lacrimógenos y aburridos.
Una de sus fortalezas es, a la vez, una de sus debilidades. Porque hay un elenco sólido para interpretar a una multiplicidad de protagonistas. Pero esta ramificación de personajes hace que, ninguno de ellos termine de tener la suficiente profundidad dramática.
No apelan al gore ni a la tortura para asustar, sino que se inscriben en la línea más tradicional del género. Su espíritu juguetón y un tanto inocente deja a las claras que tiene en la mira a un público preadolescente.
Si hay algo para elogiar son las locaciones, la escenografía, el vestuario, los peinados y el maquillaje. Sin embargo, el resultado genera más irritación e incomodidad que risas, ya que en 'Astrogauchos' hay poco humor que rescatar.