El principal desafío de la película radica en sus aspectos técnicos, que complican la comprensión. Sin embargo, la calidad técnica logra mitigar en cierta medida estos problemas narrativos. Además, es un punto a favor que el heroísmo no esté tan sobreactuado como suele ocurrir en este tipo de producciones.
Este prodigio de la animación podría ser solo una curiosidad o un producto exclusivo para los aficionados a la pintura si no estuviera respaldado por un guión sólido. Este aspecto permite que la película se mantenga por sí misma.
Es un documental de especial interés para gente de cine, porque más que ahondar en la biografía del director, profundiza -quizá demasiado- en detalles técnicos de sus rodajes.
He aquí una producción de presupuesto limitado, pero utilizada al máximo. La gran virtud de la película radica en que, aunque no es excesivamente original, resulta más sugestiva que explícita.
Tiene por lo menos dos fortalezas. Por un lado, el elenco: difícil encontrar mejores intérpretes que Jack Black y Cate Blanchett para esa pareja dispareja de magos. (...) Por otro, la imaginería visual.
Tiene en el elenco y en algunos gags los motivos para ser una buena película. Un respetuoso homenaje al género, una apelación a la nostalgia y a códigos conocidos, que por momentos emociona y en otros desprende cierto tufillo a moho.
El guión presenta varios lugares comunes. Sin embargo, eso no es lo más crítico. Se suele argumentar que al mostrar menos al monstruo o entidad malévola, se aumenta la capacidad de asustar. A pesar de ello, la película no logra transmitir realmente el miedo esperado.
Un homenaje al gótico de los años dorados de Hollywood y de la Hammer Films inglesa. Ahí está el secreto del gran placer que produce, ya que nos transporta a aquella etapa de la industria mediante una refinada ingeniería visual.
Las incorporaciones de Danny DeVito, Danny Glover y Awkwafina son las únicas novedades de una secuela que se parece mucho a la anterior película de la franquicia.
La opera prima de Ari Aster no asusta con sobresaltos, no incurre en abuso de sangre ni en reciclajes evidentes. Es un drama familiar teñido de un clima ominoso, construido por detalles perturbadores que van in crescendo.
Una película que se sobrepone a su propia naturaleza. Porque la historia reúne todos los lugares comunes del subgénero redención deportiva como para odiarla con ganas.