Al igual que la desafortunada versión protagonizada por Carrey en 2000, esta adaptación embellece el cuento original con demasiados colores y se adentra en exceso en la profundidad de sus personajes.
Es difícil saber si esta película evita las escenas más emocionantes por escrúpulos o por falta de inspiración. Curiosamente, el tono apagado de la película acaba por socavar su solemne sentido de misión.
El director y su editora, Amanda Larson, construyen la película de manera convencional, pero dejan un cabo suelto que al final resuelven logrando un efecto emocional devastador.
Todo el reparto está excepcional, siendo Oxenbould un gran descubrimiento, pero Mulligan se destaca por su interpretación. La dirección de Dano es meticulosa en todos los aspectos.
Vivimos en un mundo en el que las películas comerciales tienen una edición torpe y esta tiene unos cortes peores que la mayoría. El reparto hace un excelente trabajo.
Justo cuando parece que la película alcanza una estabilidad, se produce un cambio de perspectiva. Sin embargo, el impacto de este recurso es efímero. Williams podría ofrecer algo más significativo en su próximo largometraje.
Superficialmente parece una película de Luca Guadagnino. Ozpetek no es un director tan ostentoso a nivel formal, pero tiene buen ojo para los detalles.
Presenta con franqueza el drama de niños que se portan mal y el subsecuente resentimiento de sus padres adoptivos. Es predecible y reflexivamente anodina.
Podría decirse que la esencia del documental habría encajado mejor con un montaje más cuidadoso. No obstante, se trata de un relato principalmente atractivo.
La película presenta actuaciones notables, especialmente por parte de los actores que encarnan a los personajes somalíes. Sin embargo, no logra ser tan encantadora como pretendería.