Una pionera mezcla de comedia, drama y alegato social producida desde el corazón de la industria. También fue la película que convirtió a su director y protagonista en el artista más famoso del planeta.
Es un drama delicadísimo y sensible, con personajes bien caracterizados y complejos. Las situaciones interesantes se desarrollan constantemente, mientras Weber las observa con un notable detallismo en los pequeños gestos.
Obra maestra centenaria. Las imágenes son una delicia, en parte debido a su valor como reliquia y a los contrastes estilísticos que presentan en comparación con el cine más reciente.
Los exteriores transmiten una poesía inusual, similar a la de Louis Feuillade. El destino del capitán Krug entre el final del flashback y su regreso queda en la ambigüedad, lo cual añade un componente de misterio a esta obra extraordinaria.
Es una película curiosa. La producción es muy llamativa y también cuenta con un atractivo sonoro. Este último punto destaca la belleza e interés de la banda sonora, que acompaña a las imágenes de manera excepcional.
Delicioso documental. No sé cómo lo lograron, pero alcanzan una intimidad y naturalidad admirables, mientras mantienen una estética cinematográfica excepcional. Los encuadres y el sonido son tan perfectos que parece una película de ficción de alta calidad.
La ausencia de maldad, la resignada disposición a seguir adelante y ni que hablar la elegancia discreta y rigurosa de la cinematografía de Rejtman vuelven a La práctica una película linda de habitar.
Lo que es original en La muerte de un perro, al menos en el panorama del cine nacional, es que esos elementos de comedia sutil se entremezclan con un trasfondo de comentario social.
La película satiriza la institución monárquica y sus protocolos ceremoniales. Su enfoque no es ni maniqueo ni destructivo, lo que le añade complejidad y profundidad a las numerosas situaciones humorísticas que presenta.
Acompañamos las historias por su interés intrínseco, su comentario sutilmente ácido sobre el comportamiento de los ejecutivos empresariales y las muy buenas actuaciones de Gérard Depardieu, Nicole Garcia y Roger Pierre.
Esta película no le va a cambiar la vida a nadie ni va a hacer historia. Pero no es un bodrio, en absoluto, y es muy superior al promedio de lo que hay en cartelera. Es un encanto para los ojos y oídos y tiene sus buenos momentos.
El problema radica en que los chistes resultan ser algo tontos, la trama es en gran medida predecible y el enfoque de la comedia de engaños se siente anticuado. En definitiva, se presenta como una película desangelada.
La película presenta características del conocido humor negro rumano, pero lo hace de una manera especialmente anárquica y corrosiva que evoca el estilo de Dušan Makavejev. Además, hay una influencia de Jean-Luc Godard en la abundancia de signos visuales.
Suleiman tiende a exagerar la gracia y la impresión de sabiduría que transmite a través de su presencia y silencio. Su estilo es reminiscentes de Buster Keaton, Jacques Tati y el Nanni Moretti de 'Caro diario'.
Más que la historia en sí misma, la película destaca por su propuesta formal, el ingenioso uso de motivos y las inesperadas direcciones de la narración. La cinematografía de Porumboiu es precisa y efectiva.