La película satiriza la institución monárquica y sus protocolos ceremoniales. Su enfoque no es ni maniqueo ni destructivo, lo que le añade complejidad y profundidad a las numerosas situaciones humorísticas que presenta.
Acompañamos las historias por su interés intrínseco, su comentario sutilmente ácido sobre el comportamiento de los ejecutivos empresariales y las muy buenas actuaciones de Gérard Depardieu, Nicole Garcia y Roger Pierre.
Esta película no le va a cambiar la vida a nadie ni va a hacer historia. Pero no es un bodrio, en absoluto, y es muy superior al promedio de lo que hay en cartelera. Es un encanto para los ojos y oídos y tiene sus buenos momentos.
El problema radica en que los chistes resultan ser algo tontos, la trama es en gran medida predecible y el enfoque de la comedia de engaños se siente anticuado. En definitiva, se presenta como una película desangelada.
La película presenta características del conocido humor negro rumano, pero lo hace de una manera especialmente anárquica y corrosiva que evoca el estilo de Dušan Makavejev. Además, hay una influencia de Jean-Luc Godard en la abundancia de signos visuales.
Suleiman tiende a exagerar la gracia y la impresión de sabiduría que transmite a través de su presencia y silencio. Su estilo es reminiscentes de Buster Keaton, Jacques Tati y el Nanni Moretti de 'Caro diario'.
Más que la historia en sí misma, la película destaca por su propuesta formal, el ingenioso uso de motivos y las inesperadas direcciones de la narración. La cinematografía de Porumboiu es precisa y efectiva.
La producción es mucho más vistosa que la de la película anterior, pero los realizadores se las arreglaron para no perder la dimensión, si se puede decir humana, traviesa, que funcionó tan bien en la primera.
El clima es de discreta aunque honda melancolía, con tintes de melodrama. La moraleja difusa parece proponer una mirada amorosa, comprensiva, tolerante y atenta a los múltiples costados de las cuestiones.
Una película llena de energía y militancia. No se puede juzgar con términos como “pedagógica” o “panfletaria”, ya que está diseñada principalmente para evidenciar lo injusto que es la prohibición del aborto.
La película mantiene una tensión constante a lo largo de su totalidad, fusionando un intrincado manejo de la cámara con actuaciones sobresalientes, destacando especialmente la actuación de Antonia Zegers.
Combina elementos confesionales y personales con reflexiones sobre la existencia y la política, incluyendo un discurso feminista directo frente a la cámara y situaciones donde se desvincula de la trama y el personaje.
El verdadero logro de esta serie radica en que es un documental que se centra en la música popular y realmente aborda el tema de la música. Aunque parezca redundante, en la realidad, es algo que se ve con poca frecuencia.
El filme presenta imágenes impresionantes. Sin embargo, el montaje resulta desordenado, priorizando la acumulación de planos sobre la claridad, lo que puede llevar a situaciones confusas incluso en simples conversaciones entre dos personajes.