Disfrutable y olvidable, la nueva entrega de 'X-Men' cumple lo que promete en materia de aventura y entretenimiento. La mesa está servida para los seguidores de la rendidora saga.
Mujer lobo invade al género desde los márgenes, propiciando una relectura sobre el terror que no oculta su toque fashion. En ese punto están sus ostensibles virtudes, pero también, sus visibles defectos.
Nada nuevo aporta Nadie vive, salvo el cambio de perspectiva en la narración. Hay mucha sangre, tal vez en exceso, y poco cine en su desarrollo. O casi nada.
La plegaria del vidente se caracteriza por su efectismo extremo, evocando el estilo de los thrillers de los años 80. La película presenta un montaje áspero, donde la brutalidad de los asesinatos es evidente, mostrando una abundante cantidad de sangre, cuerpos desmembrados y un cuidadoso trabajo de posproducción.
El pozo, más allá de sus intenciones, sustenta su narración en clichés y escenas impactantes que buscan generar una emoción inmediata, aunque a menudo caen en un didactismo excesivo relacionado con lo médico y lo familiar. Se siente cerca de la verdad absoluta, pero distante del verdadero lenguaje cinematográfico.
La zancadilla más importante al seguidor de la saga es la desaparición de las cámaras en mano, que aportaban autenticidad. El uso del fuera de campo brilla por su ausencia y la trama se limita a mostrar un par de sustos y una abundancia de hemoglobina derramada por las instalaciones del barco.
El director venezolano Joel Novoa demuestra un notable control narrativo al presentar un relato que enfrenta a dos bandos en conflicto. Opta por no posicionarse y en su lugar, se sumerge en la preparación del acontecimiento, observando los rituales y los vaivenes de una historia que entrelaza lo ficticio con lo real.
Un film atractivo por su narración, que fluye sin inconvenientes pese al exceso de minutos, derrapa en un aspecto central: el antihéroe que encarna Clouzet (un buen actor) no tiene la mínima seducción.
Si el género bélico se asocia a la derecha como ideología, Eastwood lo presenta en un contexto de tensión, destacando a un soldado como Kyle en lugar de las reverencias y exaltaciones heroicas que una nación ordena y manipula.
El artista es cautivador con sus relatos que abarcan tanto lo privado como lo público, convirtiéndose en el eje central de la narrativa. La directora opta por no trasladar esa atención a áreas más ambiguas, eligiendo en su lugar observar y descubrir, pero también admirar en gran medida.
El juego de encuadres, el discurso directo y el movimiento de imágenes reflejan el potencial de un film inteligente que centra su atención en la vida militante del ex presidente.