Tiene que recurrir a todo el considerable encanto de sus protagonistas para disimular el regusto de las lecciones vitales de taza de café y su visión casi cómicamente prejuiciosa del mundo.
Mezcla sólido espectáculo con una narrativa confusa. Ralph Banski y 'Heavy Metal' son la piedra angular de esta fantasía rotoscópica, un capricho retro para una raza particular de 'geeks' del género.
Desde 'Babe', ninguna historia sobre el humilde destino de un cerdo de granja había alcanzado una excelencia como la de este cautivador documental mudo de Victor Kossakovsky.
Todos los involucrados parecen estar pasando el mejor rato de sus vidas, dando volteretas en pantalla con la incansable energía de una comunidad teatral bajo un foco muy generoso. Extravagante, incluso absurdamente italiana.
'The Happy Prince' se presenta como una plataforma definitiva para que Everett interprete un papel que parece haber estado destinado a él. Sin embargo, el guion resulta más literal que literario.
Sincera aunque estilísticamente inconsistente. Es una extraña mezcla de fórmulas, siguiendo un rígido patrón de biopic en un momento y moviéndose hacia la abstracción impresionista al siguiente.
La mayoría de los espectadores probablemente la terminen sabiendo más sobre la monarca epónima, de lo sabían antes, pero con pocas ganas de saber mucho más.
El retrato de Coixet es, dramáticamente, tan pálido y sin vida como la tundra helada en la que tiene lugar, cargado con un falso romanticismo que no cuadra con su ámbito cuasi-feminista.
La adaptación de la novela de Lewis Grassic es visualmente impresionante, pero peca de un enfoque demasiado pulido. Esto nos deja con poco más que la oportunidad de maravillarnos con el paisaje.