La primera obra maestra del icónico periodo tardío de Yasujirô Ozu es una producción audaz desde el punto de vista visual. Presenta un enfoque intensificado en la geometría, la figura y la línea, mostrando una despreocupación radical por las normas del montaje continuo.
Lo mejor y lo peor de su Rey Arturo es que es un desastre total: en ocasiones, se presenta como una fantasía genérica al estilo de las películas de superhéroes de Warner Bros, y en otras, se convierte en una parodia de este mismo enfoque.
'Show Dogs' resulta bastante convencional, aunque menos irritante que muchas otras propuestas. La comedia es de un nivel mediocre, pero tiene la ventaja de ser rápida, inofensiva y está libre de exageraciones en los personajes.
Su actitud apática hacia los fundamentos de las películas de acción hace que la trama, reminiscentemente de un videojuego, se convierta en un ejercicio tedioso.
Intrigante pero prosaica. Moshe explora numerosas ideas relacionadas con la mitología y el aburguesamiento de la frontera, sin embargo, ninguna de ellas se siente realmente original.
En sus mejores momentos, 'El chico' es un trabajo genuinamente conmovedor de un artista en transición, todavía buscando el punto óptimo entre la comedia y el drama.
Las escenas, algunas muy divertidas y otras un tanto tediosas, se entrelazan entre sí. Los personajes experimentan despertares de sueños dentro de sueños. No se trata de algo profundo, sino de una representación absurda de cómo la vida interna puede desmoronarse.
Los estudios de personaje discretos, lentos y ambiguos son bastante comunes en los festivales, pero pocos nos recuerdan que todavía hay cosas ahí fuera que son tan grandes como un mito.
El resultado evoca una especie de nostalgia agridulce, no por los tan mitificados años 80, sino por un guionista y director más joven y fresco, capaz de hacer mucho más con mucho menos.
Como comedia de acción, 'Spenser Confidential' no cumple, ya que carece de momentos divertidos y su secuencia de acción resulta débil y poco memorable.
Una débil copia del clásico de Hitchcock, esta versión de Ben Wheatley ha eliminado las ambigüedades que hacían intrigante la original, transformándola en un drama pesado y carente de sustancia.
El pesimismo en la película se manifiesta de forma tan precisa que trasciende una simple postura, convirtiéndose en una auténtica perspectiva del mundo. Este enfoque resalta el potencial del cine para ofrecer una experiencia emocional verdadera.