Es más entretenida por su tonta historia y su abierta estupidez que por su acción casi incesante. Algunas de sus escenas son visualmente impresionantes.
La trama atrapa al espectador con intensidad, la atmósfera es intensamente noir, evocando el estilo de las obras de Bogart, y la interacción entre los personajes principales resulta igualmente cautivadora.
En muchos aspectos es superior a lo esperado y, sin duda, es una opción adecuada para disfrutar un par de horas en el sofá. Sin embargo, no representa un regreso triunfal de Axel o Murphy.
La primera película memorable de 2006 ofrece una fusión visualmente impresionante de alegoría política y escenas de acción intensas, todo ello acentuado por momentos cinematográficos impactantes, lo que resulta en una obra robusta y cautivadora.
Que Sayles logre expresar estas ideas dentro de una narración atractiva y con personajes profundos convierte a esta obra en uno de los grandes éxitos del otoño de 2004.
El estilo de McCarthy es clave para el impacto de la película. Crea una historia fascinante y cautivadora, culminando en un final que deja al espectador satisfecho.
Un drama que se siente superficial y ordinario, con algunas canciones que no logran destacar. La historia carece de elementos memorables y se extiende más de lo necesario.
Alabada por la crítica al momento de su estreno, esta película fue muy apreciada por el público. Ocho décadas después, sigue apareciendo en las listas de los ganadores más cuestionables de los Oscar.
Ofrece poco más que una buena dosis de decepción. Se puede ver, pero no perdurará nada al respecto, excepto quizás la sensación de que, con un guión más pulido, podría haber sido significativamente mejor.