Es una idea brillante. Pero no es mucho más que una idea. Está tan comprometida con la verosimilitud de un drama propagandístico torpe que con frecuencia se convierte en uno.
La nueva temporada se toma su tiempo para reajustarse, y el ritmo en los primeros episodios es lento. Aún así, la dinámica entre los personajes es sólida, y los detalles de los 80 siguen dando en el clavo.
Juzgando por los primeros episodios, está bien: exuberante, atmosférica, algo rígida. Pero nada por lo que debas hacer un hueco en tu calendario. Sería el doble de buena si fuera la mitad de escabrosa.
Como boceto de historia político-cultural, es un desastre caricaturesco. Pero captura de manera febril la sensación de vivir dentro de una broma que está fuera de control.
Con un guión más sólido y personajes más complejos, podría utilizar su superpoder matemático para crear una historia verdaderamente interesante y conmovedora.
Se mueve con toda la rapidez que puede y suele ser asombrosa. Pero si dejas de lado sus movimientos habilidosos te queda otra historia masculina en la época del #MeToo.
Tal vez lo más alentador de esta intrigante pero imperfecta versión de las aventuras del joven Norman Bates es que, mientras otras series enganchan a los espectadores a través de giros rápidos, ésta se toma su tiempo para responder
Lindsay Lohan por si sola no puede hacer una película tan mala. Se ve ayudada por un guión que enhebra frases telenovelescas ("No voy a vivir sin ti" "No más MENTIRAS" "No me has perdido, yo te he perdido a ti")
Esta es la clase de serie esencialmente fabricada en un laboratorio para que quieras que triunfe. Pero la mejor versión de este musical de instituto llegará, si es que llega, en su segunda temporada.