Documental profundo y envolvente que celebra una profesión frecuentemente menospreciada, mientras nos confronta con la realidad de la muerte. Nunca se había retratado la vida de una manera tan significativa a través de la muerte.
Puede presumir de manejar su trama con acierto. Es entrañable, ligera y entretenida, cumpliendo con creces lo que se espera del género. Su originalidad le otorga un toque casi honorable.
Un guion directo y algo superficial, que presenta un recorrido entretenido aunque desigual, con momentos apresurados y en ocasiones excesivamente detallados. La película resulta amena, pero no quedará en tu recuerdo como 'Training Day'.
La saga se establece como un entretenido viaje lleno de sorpresas, acertijos y reflexiones sobre el cine. Es una divertida exploración de las peores facetas de la humanidad. Esta secuela, aunque más ambiciosa y menos precisa, ofrece un placer similar.
El humor negro de Feig era justo lo que esta adaptación necesitaba para resultar más compleja, desinhibida, ingeniosa y estimulante. Lively ofrece una actuación hiriente e hipnótica que eclipsa a la siempre brillante Anna Kendrick.
Hace de la simplicidad su mejor baza y sigue resultando majestuosa. Mima la historia y a sus personajes en una reflexión muy actual sobre el fanatismo, rematada con gusto por la virtuosa cámara.
La película no logra plasmar el miedo que sienten sus protagonistas. Aunque presenta instantes de claridad y entretenimiento, se distancia considerablemente de los estándares marcados por Blumhouse en el género.
Aunque lo fantástico resulta a veces poco convincente, nos dejamos llevar por dos personajes desconocidos, interpretados con maestría por Javier Rey y María León, hasta una playa en Conil, rodeados de canciones de Mecano y la literatura de Chéjov.
Una conmovedora fábula que explora la inquebrantable fuerza de la naturaleza y el viaje de superación personal, destacando la perseverancia y, en última instancia, la búsqueda de la felicidad.
Esta película resulta muy entretenida. Sin embargo, es lamentable que, a pesar de su potencial, se muestre inconsistente y predecible, sin profundizar en el fascinante universo de tribus en conflicto y emociones expuestas que ha creado Ness.
Benm’Barek captura de manera abrumadora la esencia de su protagonista, haciendo un uso mínimo de diálogos y centrándose en los sutiles gestos que transmiten un profundo dolor. Es un relato desgarrador que resulta esencial para comprender la historia.
Cae por momentos en estigmatizaciones y efectismos, sin embargo, gracias al carisma de personajes como los de Zahera, deviene en una recriminación necesaria ante la falta de inclusión.
Echegui otorga una gran vitalidad y personalidad a un personaje que, de otra manera, podría haber resultado aburrido y predecible. La obra logra momentos de simpatía y diversión, aunque se siente algo desvirtuada. Además, se aborda cada estereotipo sin dejar ninguno de lado.
La sencillez de su trama y la presencia de personajes estereotipados, junto con su carencia de pretensiones, hacen de esta comedia un auténtico placer culpable.