La mejor película de animación del año es «¡Rompe Ralph!», que, al igual que su destacado corto telonero «Paperman», se presenta como un derroche de imaginación vibrante, un verdadero prodigio del estilo cartoon, con una puesta en escena impecable y sorprendentes hallazgos arcade.
Un virtuoso compendio de pop-up y pop art. Al asomarse el toque Ealing-Hammer, nos hace recordar lo grandioso que podría haber sido un filme que se queda solo en estupendo.
Hay papeles con los que puedes ganar un Oscar o simplemente quedarte aburrido. Es admirable el coraje de Kassell, quien presenta una actuación concienzuda y meritoria.
Una historia sencilla y honda al mismo tiempo, ávida de silencios y miradas torvas, un sincero y emotivo homenaje a la maternidad y a los enfants, más que terribles, cabreados con el mundo.
Con un desparpajo y una naturalidad desarmantes, los directores logran varias aciertos, respaldados por una extraordinaria capacidad de observación y escucha. Un filme que merece ser reconocido.