Apacible animación para niños. Un sentido del humor con el que los mayores pueden sentirse en territorio ajeno. Tiene, como mínimo, el sabor de la valiente novedad que huye de un tiempo despavorido.
Una obra cinematográficamente irreprochable, en la línea de algunos de sus últimos trabajos, atildados en la forma pero nunca sorprendentes y únicos (...) lo más demoledor en 'Exodus', con diferencia, resulta ser su vertiente política.
Quizá Abrams se equivoca en la estructura y en el manejo del tiempo de su obra cinematográfica. Cuenta con un exceso de metraje, una técnica impecable y un entretenimiento que resulta mediano. Además, carece de una auténtica capacidad de transgresión, quedando relegada al olvido para los escépticos y presentada como un obsequio destinado a quienes creen.
Un ‘disney’ de los grandes. Lo que más destaca en ella es ese aire de los primeros clásicos. Con una estructura que evoca un musical, 'Frozen' supera incluso a la ya excelente 'Enredados'.
Tan traviesa como inane, tan brillante como reincidente. Jeunet recupera parte de sus mejores esencias. Sin embargo, esos estallidos de creatividad ya no sorprenden tanto.
DreamWorks continúa ofreciendo productos de gran calidad, con un diseño de personajes impresionante y un ritmo y planificación que no permiten un solo momento de respiro, combinando la aventura clásica con elementos cómicos extravagantes.
A los tres cuartos de hora, la película realiza un giro sorprendente y todo adquiere un nuevo sentido. Es efectivamente algo nunca antes visto. Una hora llena de sensaciones conmovedoras, completamente novedosas, que rodean la aventura de la vida.
La película combina de manera efectiva diferentes formatos. Sin embargo, la elección del universo de chuches del juego Sugar Rush como escenario principal conlleva una sobreabundancia de colores rosas y elementos de pastelería, lo que puede resultar en un efecto empalagoso.
Casi un Arthur Miller, el de 'Las brujas de Salem'; un Fritz Lang, el de 'Furia'; un James Whale, el de 'Frankenstein'. Esta obra es una adaptación para niños del nuevo milenio, presentada en un formato animado en tres dimensiones y con un enfoque de comedia negra sobrenatural. En resumen, es un triunfo y una película extraordinaria.
El cuidado en la paleta de colores y la atención a los detalles permiten que el espectador se maraville en cada momento con la exquisitez de cada plano, incluso en su representación de un Londres sucio y casi depravado.
Solo se salva del desastre narrativo por un triángulo de cuestiones al margen de su engranaje central. Una nueva demostración de que el cine de acción se está convirtiendo en una simple suma de set pieces.
Los primeros 40 minutos son la mejor manera de alejar al no creyente de la congregación. La saga ha ido perdiendo su sentido del humor, hasta llegar a esta última entrega donde las risas han desaparecido por completo.
Tras una primera media hora prometedora, la película se va diluyendo poco a poco. Gondry presenta secuencias de acción espectaculares, pero estas no logran integrarse adecuadamente con el transcurso del tiempo. Todo se siente excesivamente prolongado.
Cine sin personalidad, producido con un enfoque estándar. La película presenta más del 60% de su metraje en secuencias de batalla, todas conformadas por el mismo estilo repetitivo.
La involución artística. A Cameron parece que se le ha escapado la historia que deseaba transmitir, o quizás no era suficiente. Si este es el rumbo que tomará el cine en el futuro, prefiero retirarme.